En
1630, el rey Felipe II de España, donó a la Catedral de Santiago un hermoso
Cristo Crucificado y Moribundo" tallado en madera por un reputado
escultor japonés. La singular obra fue donada a manera de desagravio por la
profanación de que fuera objeto la entonces Capilla La Matriz, ubicada al pie
del Cerro Santo Domingo, por el pirata inglés Sir Francis Drake. El célebre
pirata, en vista de la pobreza del botín obtenido en el puerto, apenas 60.000
duros, decidió apoderarse de las vinajeras, un crucifijo y el cáliz de oro,
zarpando luego en su carabela de cien toneladas "El Pelícano". El
Rey Felipe II no precisando el lugar exacto de la profanación, donó el
crucifijo a la Catedral de Santiago.
La
inmensa escultura, arribó a Valparaíso embalada en un gran cajón que
permaneció por largo tiempo en el Puerto. Cuando se le quiso trasladar a
Santiago, su lugar de destino, la yunta de bueyes que arrastraba la carreta
con el descomunal cajón, se detuvo frente a la Capilla de La Matriz y no pudo
continuar viaje. El camino que había seguido comenzaba en la Quebrada de
Márquez y debería seguir hacia el Cerro Carretas, en dirección a la Capital,
pero todos los intentos por zafar la carreta fueron inútiles.
El
embalaje pesaba tanto que, lentamente las ruedas del vehículo fueron
hundiéndose cada vez más en el barro. Era invierno y la lluvia arreciaba
reblandeciendo los caminos... Se decidió agregar nuevas yuntas de bueyes
hasta llegar al número de ocho, pero todo fue inútil, la carreta permaneció
empantanada justo frente a al capillita de techo pajizo.
Se
acordó entonces, bajar el cajón y dejarlo en la Capilla. Apenas éste fue
descargando, la carreta zafó. Los cargadores volvieron a colocar el cajón en
la carreta, pero cuando estuvo encima nuevamente las ruedas volvieron a
empantanarse.
Algunos
pobladores, que observaban la extraña operación, propusieron abrir el
embalaje y cerciorarse acerca de su contenido. Cuando el cajón comenzó a
abrirse, cesó la lluvia torrencial y el viento huracanado que había impedido
el traslado, apareciendo la sagrada imagen del "Cristo crucificado y
moribundo".
Muchos
feligreses pensaron que el suceso no era otra cosa que un verdadero milagro y
se estimó que la imagen debía quedar para siempre en la Capilla porque ese
era el deseo expreso de Dios. Desde entonces la bella escultura del CRISTO DE
LA AGONIA quedó en Valparaíso.
La
imagen es una pieza bellísima y tiene la especial característica de presentar
su barbilla reclinada muy cerca del pecho, los ojos apagados por la muerte,
las llagas abiertas y la sangre recientemente coagulada.
Desde
aquel tiempo la sagrada imagen es venerada y es mucha la gente que asegura
que, año a año, el Cristo inclina la cabeza más y más. La tradición asegura
que, un día, el crucificado inclinará tanto la cerviz que terminará por
quebrársele, ese día se acabará el mundo.
Fuente: Relatos y leyendas de Valparaíso |
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