En el
“barrio puerto” de Valparaíso(1), en los márgenes de esta ciudad integrada a la vida moderna,
aún sobreviven los rasgos de un tipo de cultura popular(2) forjada en las
primeras décadas del siglo XIX y retroalimentada a lo largo de las distintas
etapas del siglo XX que, por no estar siendo incluida en el Proyecto
Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y por el avance inevitable del
progreso urbano, corre el riesgo de desaparecer para siempre. Valparaíso en
1830 cuando se transforma en uno de los escenarios urbanos más importantes de
la incipiente modernización latinoamericana, genera un estilo de vida popular
que pese a la distancia y a las formas que atentan contra el pasado no ha
desaparecido. Al acercarse a esta realidad da la impresión que sus rasgos
característicos aún se mantienen vigentes. |
¿Pero cuáles son estos ‘rasgos característicos’ que a casi dos siglos no han
desaparecido? La fiesta, la comilona y la “tomatina” así como el amor, se
pueden señalar como los principales elementos que componen esta cultura
popular que gira en torno a la taberna —bar—(3), y desde donde se podría re-construir la identidad de un
sujeto popular portador de una memoria histórica propia y de un Valparaíso
que hoy estaría siendo trastocado. Pero que al evocarlo a través del
canto y la poesía popular, como la cueca porteña, por ejemplo, recobra ese sentido único y particular
que lo hace ver como un espacio donde se manifiesta lo simple, lo picaresco,
lo menos grave y formal de nuestras vidas, muchas veces negado por otras
culturas. |
Se trata esta de una cultura popular que si bien la elite (o la cultura republicana de cuño liberal)
ha negado casi permanentemente(4), en un momento se cruza con ella creando de eseencuentro un universo simbólico
que algunos espacios absorbieron con bastante vigor, como es el caso de
Valparaíso. De ahí la fiesta, el ocio y el descanso, contrarios a un estilo
de vida citadina tradicional como es, por ejemplo, la ciudad de Santiago, o
incluso, sin ir más lejos, al sector bancario y comercial del mismo Puerto
que vienen a ser, en este caso, lugares del trabajo y de la producción, cada
vez menos habitables, vivibles. El “barrio puerto”, por lo que representa
sigue siendo (aunque llevado a menos) lo que en 1536 a Juan de Saavedra le
pareció: “un paraíso”: |
|
“Plaza
O’higgins y Almendral Escuchar |
que
hermoso jardín porteño |
donde
tengo mis amigos |
cariñosos
y sinceros |
|
Donde
está el Vitololo |
caramba,
Oscar Lapó |
el
Rubén, el Piringa |
caramba,
son lo mejor |
|
Oscar
Lapó, ay sí |
grandes
amigos |
porteños
paleteados |
son lo
querido |
|
Brindemos
con buen vino |
porteños
y santiaguinos” |
|
(Núñez,
2001: 1)(5). |
|
La modernización no obstante transforma a las ciudades y a sus habitantes.
Este sector porteño puede ser visto entonces —según el francés Marc Augé—
como un “lugar” que al no ser reconocido como patrimonial se estaría
transformando, desde entonces, en este proceso global moderno, en su opuesto:
un “no-lugar”. El pub, por ejemplo, representa un no-lugar donde no habría (o
hay cada vez menos) intercambio social ni una relación abierta y espontánea
ya que individualiza a los sujetos en meros consumidores anónimos. En este
sentido tanto el “barrio puerto”, como los bares que allí funcionan, está
siendo doblemente amenazado: primero, desplazado de “lugar” a un “no-lugar”,
y segundo, negado en el proyecto oficial del rescate del patrimonio mundial.
Por lo mismo, resulta relevante rescatar la memoria histórica de quienes
construyen este lugar antropológico llamado bar: alcohólicos, putas y
“maricones”, delincuentes, mendigos y locos; sujetos populares que como tales
están siendo barridos por
el progreso urbano. |
De ahí pues que este trabajo se proponga abordar desde los Estudios
Culturales algunas expresiones populares, en este caso la cueca urbana
porteña, y poniendo sin duda un especial interés en situar el problema en
torno a la llamada “condición posmoderna”(6). |
Por eso, pues, es sustancial abordar este estudio dentro de los intentos
actuales que buscan incluir a Valparaíso en el Programa de Patrimonio Moderno
de la UNESCO; pero desde una mirada polémica, poniendo en cuestión los
criterios con que operan las políticas culturales —nacionales e
internacionales— que consideran el patrimonio sociocultural esencialmente a
partir de objetos concretos y como un mecanismo de integración nacional;
dejando de lado formas de vida, costumbres y creencias que constituyen la
parte no-visible de las culturas; el capital intangible de la nación. |
|
II.
LA CUESTIÓN HISTÓRICA |
|
Después
de la segunda mitad del siglo XIX en Latinoamérica se van a llevar a cabo
trascendentales y profundas transformaciones en las estructuras económicas,
sociales, políticas y culturales que darán inicio al desarrollo de una nueva
realidad más global conocida como la Modernidad; y que coincide con el amplio
proyecto histórico que emprende la elite nacional encaminado a asegurarse la
entera hegemonía en el seno de su propio país(7). Esta irrupción de fines del siglo XIX del capitalismo
económico trajo como consecuencia, no obstante, el desquiciamiento del
sentimiento nacional en la mayoría de los países de América latina que, para
el caso nuestro, se dejó sentir en el despertar de una conciencia nacional
que promovida por el ideario liberal, tendía a superar los residuos heredados
de la mentalidad colonial, así como a instaurar las bases de una nueva nación(8).
|
Sin
embargo, y pese a todas las contradicciones que acarrea la implantación de un
capitalismo como el nuestro (subdesarrollado, dependiente, vulnerable y
monoproductor), introdujo un importante desarrollo económico y social que
transformó a las grandes ciudades en modernas urbes y en epicentros de una
cultura cosmopolita, difusora de las corrientes del pensamiento finisecular.
Este impulso modernizador que desarrollan las naciones latinoamericanas, y
que oculta tras de sí profundas desigualdades, se verá reflejado
principalmente por el intento de una expansión nacional sin precedentes(9). Lo que se ve por
entonces en el escenario nacional es la implantación de un modo de vida cuya
característica principal, dentro del ámbito cultural, será la instauración de
un modernismo típicamente latinoamericano(10). De esta manera, la modernización económica y el modernismo
cultural que vienen de los países centrales impondrán nuevos tipos de
relaciones económicas, políticas y sociales así como nuevos modos de ver y de
concebir el arte y la literatura, y en general el conjunto de creencias,
formas de ser y entender el mundo. Siempre desde una lógica eurocéntrica
ilustrada. Desde el canon occidental absolutista; civilizatorio. |
Por su parte, las principales ciudades latinoamericanas que van a llevar a
cabo este paradigma como un todo y gran “acontecer” cultural, adquirirán
desde entonces un carácter único y particular dentro del orden histórico y
social en que se ubican. En el caso de Valparaíso, por ejemplo, la
reorientación del comercio del Pacífico desde el istmo de Panamá al Cabo de
Hornos le favoreció ya que era el primer puerto de relativa importancia en esa
ruta marítima(11).
Se suma a esto también el descubrimiento de oro en California que afectó
positivamente al Puerto transformándolo en 1850 en un importante rival de la
capital del país. Así pues, el clamor por libertades económicas y religiosas
identificó rápidamente a Valparaíso como un centro de expresión liberal,
progresista, frente al relativo conservadurismo y estancamiento social y
cultural de Santiago y de otras importantes ciudades con una fuerte tradición
colonial y, por tanto, católica, como La Serena, Concepción, entre otras(12). Todo lo cual hace
que éste como otros centros urbanos experimenten los efectos de un importante
desarrollo cuya experiencia los transformó en ciudades capitales dentro del
circuito cultural latinoamericano(13). |
Ahora bien, esta cultura de rasgos modernos y europeizantes que absorbe la
sociedad de Valparaíso se verá, no obstante, en un momento de nuestra
historia social, contrastada con otra poderosa vertiente que si bien niega el
predominio de la razón ilustrada, viene a su vez a complementar
el universo de esta cultura porteña. Desarrollándose así una nueva sociedad
cuyo rasgo principal será la pugna constante entre un modo de ser —¿espurio?— que se impone y otro —¿auténtico?—que lucha por mantenerse
vivo y que, al parecer, termina incorporándose en gran parte de los
habitantes pobres del puerto, ganando un lugar dentro de la cultura nacional;
que hasta entonces había sido terreno exclusivo de las elites. Cultura y
sociedad que se vieron sin duda favorecidas con la incorporación del elemento
popular heredero de una larga tradición mestiza (“...los pueblos indígenas,
africanos, hispanoandalusíes y, en su conjunto, mestizos de Hispanoamérica”)
(Salinas, 2002: 1); y aunque vista desde la lógica moderna está llena de
“tensiones e incoherencias”, tiene por eso mismo el vigor de su “imaginación
creadora que le ha permitido sobrevivir en condiciones muy difíciles”
(Larraín, 2001: 173). Y no sólo eso, pese a su carácter heterogéneo y a su
aparente falta de unidad, posee la clave unificadora de su fuerza vital: “un
impulso a humanizar la vida social en todos sus aspectos, que apunta hacia un
proyecto de sociedad alternativa” (2001: 174). Y aunque ha sido segregada
tiene una enorme capacidad para crear vida, códigos morales y cultura al
margen de la sociedad establecida(14). En esta misma línea, Salinas le agrega una característica
más: “mientras la cultura de la elite es formal, grave y severa, la cultura
popular posee un proverbial sentido del humor, una jovialidad y alegría que
demuestra su humanismo y sabiduría vital” (Larraín, 2001: 177). Asimismo, es
legítimo señalar entonces que “el pueblo no sólo ha hecho una historia social
y política propia sino también una fecunda historia religiosa” (2001: 177).
De este modo, pues,conflictúan gramscianamente (¿o dicotomizan?), una imagen estoica, racional,
universalista e ilustrada, propia de la elite, con otra epicúrea,
pre-moderna, anti-racional, bárbara, ordinaria... atribuible a los sectores populares. |
|
“Desde
el siglo XVIII la cultura popular vive una aventura singular: amenazada de
desaparición va a ser al mismo tiempo tradicional y rebelde. Mirada desde la
racionalidad ilustrada esa cultura aparece conformada únicamente por mitos y
prejuicios, ignorancia y superstición (...) Pero lo que desde esa
racionalidad no se podía entender es la significación histórica de que
estaban cargados algunos de los componentes de esa misma cultura (...) Pero
quizá resulte todavía más escandaloso afirmar sin nostalgias populistas que
en esa cultura de la taberna y los romanceros, de los espectáculos de feria y
la literatura de cordel, se conservó un estilo de vida en el que eran valores
la espontaneidad y la lealtad, la desconfianza hacía las grandes palabras de
la moral y la política, una actitud irónica hacia la ley y una capacidad de
goce que ni los clérigos ni los patrones pudieron amordazar” |
|
(J.
Martín Barbero, 1987: 108-109). |
|
Desconfianza,
ironía, goce, ¿no es eso acaso lo que nos revela esta cueca porteña?: |
|
“Un paco
me llevó preso |
al
cuartel de policía |
porque
me pilló cura’o |
al
amanecer del día |
|
Oficiales
y pacos |
caramba,
comisionado |
se junta
la pandilla |
caramba,
de perros bravo |
|
De
perros bravo, ay sí |
caramba
pacos cafiches |
se la
pasan bolseando |
de
boliche en boliche. |
|
¡Córranse
pa’l estero |
caramba,
pacos bolseros!” |
|
(Núñez,
2001: 2)(15). |
|
Por otra parte, y ahora desde el plano de la producción literaria, esta
cultura se caracteriza por el empleo de un |
|
“...lenguaje
idéntico, anti-gramatical y sembrado de barbarismos y palabras indígenas
sacadas del quichua, [que
son] heredados
sobremanera de la cosmovisión y la mentalidad indígenas, dicen relación sobre
todo con los mundos poéticos de la fiesta, el banquete y el amor, tres
ámbitos del mundo de la vida que precisamente el proceso civílizatorio de
Occidente subvaloró o menospreció desde las epistemes contrapuestas y
necesarias de la guerra, el mercado y la discriminación de identidades,
características invariables del proceso histórico lineal, colonialista y
racionalista, iniciado con el siglo XVI” |
|
(Salinas,
2002: 2). |
|
Contrarrestados sin embargo ingeniosamente por este valioso registro musical:
una cueca “chora” reveladora de un mundo que, a la postre, tiende a
desaparecer, a extinguirse. Aquí está presente no obstante ese “otro” modo de
ser, de hablar, de comportarse... |
|
“Apena’
te toma’i un trago e’vino |
te pon’í
a pelara los amigo’ |
‘tate
calla’o. |
|
Que
fulano de tal |
que esto
y que el otro |
pela’i a
todo el mundo |
tonto
envidioso |
‘tate
calla’o. |
|
Se mueve
más tu lengua |
que aspa
e’molino |
pela’i a
tus amigos y a los vecinos |
‘tate
calla’o |
|
Que te
saquen del lío |
que aspa
e´molino |
‘tate
calla’o. |
|
Y a los
vecino, ay sí |
esta’i
medio loco |
con una
caña e´vino |
te
larga’i solo |
‘tate
calla’o. |
|
Cuando
pela’i alguno |
esta’i
del uno” |
(Núñez,
2001: 3)(16). |
|
Pero a estas alturas no resulta más que necesario plantearnos una pregunta
clave en esta cuestión y es que, ¿existe realmente en el “barrio puerto” un
modo de vida que podamos llamar popular? ¿O no es más que una simple ilusión
nostálgica sacada de la memoria de los viejos bohemios o de las imborrables
borracheras de los años en que jugábamos a ser niños universitarios amparados
por el fuero estudiantil? Lo cierto es que a simple vista parece que no
existiera, y que si alguna vez la hubo, ya no está; ha desaparecido. No
obstante, en adelante, y sobre la base de algunos textos pertenecientes a una
serie de cuecas halladas en el registro oral de los sujetos porteños,
intentaremos demostrar lo contrario: que a pesar de su constante negación,
contaminación, erosión y hasta apropiación por parte del capitalismo, en el
“barrio puerto” todavía es posible hallar una cultura de carácter popular.
Aún sobreviviría, en el imaginario colectivo de sus habitantes, un modo de
ser popular; pero no sólo en su mente, como un vago recuerdo: se mantendría
hasta ahora en el conjunto de todas sus prácticas y costumbres
socioculturales, en lo que, en el fondo, constituye su vida diaria; su
cotidianeidad(17).
Guarda esta cultura popular un sentido —sensorium para Benjamin(18)— a través del cual es posible no sólo conocerla y valorarla en
su calidad “arqueológica” y condición pintoresca sino también, y sobre todo,
nos permitiría re-cobrar el valor identitario de un sujeto popular cuya
experiencia de vida ha sido trascendental en la historia de esta ciudad y
también, por qué no, de esta nación (e incluso, tal vez, de muchos de los
países de América latina). |
Dentro de los estudios culturales lo popular, por estar estrechamente relacionado con los
procesos productivos no siempre es lo mismo ni lo único, tampoco es un
proceso monolítico ni estático. Con palabras de García Canclini: “nace como
resultado de una apropiación desigual del capital cultural, con una elaboración propia de sus condiciones de
vida y una interacción conflictiva con los sectores hegemónicos” (1982: 23). De ser
pura abstracción para los románticos y “esencia” para los populistas, la
cultura popular se nos convierte desde ahora en alternativa, en espacio de lucha y
resistencia con una posición y oposición frente a lo hegemónico. En otras
palabras, se transforma en “situación relacional” con relativa autonomía
desde donde negociará, en mayor o menor medida, su integración dentro del
conjunto, siempre dominado por la elite, por la cultura oficial. Por lo mismo
resulta inapropiado hoy día hablar de dos culturas, una “in-culta” y otra
“culta”, que no se topan, que no se pueden tocar porque son diametralmente
opuestas. No pueden, por eso, ser dos realidades dicotómicas que jamás
se juntan ya que no estamos aquí frente a un maniqueísmo, al revés, el
juicio que debemos manejar es el de un proceso cultural en cuya acción lo
popular se hace en un permanente dialectismo de resistencia y de
intercambio. Lo cual quiere decir que la cultura popular no es una
sustancia o una esencia dada por sí sola, como una identidad a priori,
metafísica, sino que se forma y se hace en la interacción de las relaciones
que operan en el conjunto de la sociedad. De ahí los conceptos gramscianos de
‘subalterna’ y ‘hegemónica’ respecto a la cultura. |
Lo anterior equivale a decir que las culturas populares son posiciones
móviles ya que admiten la posibilidad de acción y de apertura; no son nunca
estados fijos e inamovibles. Las culturas, por último, no viajan a través de
carriles separados donde el contacto entre ellas no existe, avanzan, por el
contrario, sabiendo de las otras, conociéndose y tratándose, siempre dentro
de un clima en permanente tensión y conflicto; en una conflictividad
negociada(19).
De esta manera, como sabemos que ya no quedan cultura populares puras e
incontaminadas(20), lo que nos queda es demostrar, usando como instrumento de
análisis el contenido que evocan las cuecas “choras”, si ese modo de vida que
se da en el “barrio puerto” de Valparaíso corresponde efectivamente a esa
cultura popular que se construyó en base a esas dos corrientes provenientes
cada una de dos poderosos afluentes culturales: el grecolatino de la Europa
central y el arábigo andaluz de la España mestiza con el conjunto de los
pueblos indígenas de la Hispanoamérica multirracial. |
De ser así, la visión de mundo que se intentará demostrar luego a través del
análisis de contenido que portan estas cuecas, vendría por un lado de la
tradición típica del Valparaíso del 1900. Allí donde desembarcaron Darío,
Sarmiento, Bello y otros tantos “ilustres” inmigrantes venidos desde Europa
invitados a “contrarrestar las fuerzas negativas [de una] raza chilena [que]
es tonta por naturaleza y aunque ello es muy triste no tiene remedio —a menos
que llevemos 500.000 europeos por año—”(21). Se trata, en el caso de esta vertiente, de una ciudad
que el auge capitalista de entonces transformó en moderna urbe y en epicentro
de la cultura de elite, “docta” e ilustrada; reflejo fiel de la moda y
costumbres europeas: |
|
“Dentro
del proceso nacional fue desarrollándose una sociedad cuyos habitantes se
hacían cargo de los efectos de la inserción de la ciudad en una economía
internacional ajena al ritmo local [...]No
obstante, no debemos perder de vista la asincronía interna que vivió la
sociedad porteña, ya que si bien disponemos de testimonios importantes del
nexo con Europa al aportar ciertos hábitos y formas de vida, cultivados por
sectores pudientes de la ciudad, existió también una comunidad que formaban
los cargadores, vendedores ambulantes, arrieros, lancheros y otras personas
que relacionada con los servicios domésticos, que pululaban en las chinganas
y llevaban una existencia de sobrevivientes miserables, en lugares
inaccesibles e insalubres, y propensos a todo tipo de epidemias que
constantemente diezmaron su numerosa prole”. |
|
(Estrada
et al., 2000: 8). |
|
Lo curioso del caso es que por debajo de estos endémicos
personajes se haya precisamente la “otra”
corriente de la cual se nutre la cultura popular porteña. Un mundo aunque
soterrado no por eso menos potente y dueño de una fuerza identitaria que
debido a la multiplicidad de componentes y a las variaciones históricas ha
determinado su carácter heterogéneo(22). Una cultura popular que pese a haber viajado siempre a
contrapelo de o negada por la cultura oficial, por medio de la fiesta, las
comilonas y las tomateras, y el amor, ha podido mantener vivo un capital
cultural que vendría aengrosar nuestro débil
espesor identitario(23). A través de estas dimensiones que las culturas populares
vivencian de manera natural y cotidiana, desarrollan una festividad que
vindica como elemento central el cuerpo, la carne, las pasiones, el
desenfreno y la abundancia, como también el amor, la franqueza, la confianza
en la palabra dada y, sobre todo, la amistad... |
|
“Para el
hombre que es de yunta |
la
palabra es documento |
ser bien
apantalona’o |
dará
confianza y respeto. |
[...] |
Respeto
y sinceridad |
son
preciosos documentos |
se
reflejan en la cara |
es
cuando nacen de adentro” |
(Advis,
1997: 25-26)(24). |
|
Se trata de una comunidad cuyos sentimientos estarían siendo siempre avivados
por el trago, la comida y el baile, y recreados por distintos estilos
musicales venidos de otras culturas. De ahí pues el tango y el bolero, el
vals peruano, el corrido mexicano, la cumbia centroamericana y la cueca
chilena, ésta, un estilo musical poético que, como vemos, en la ciudad
moderna adquiere otros matices: |
|
“Por eso
la bautizaron |
como la
“cueca brava” |
como
reina del ambiente |
también
entre la rotada” |
(Advis,
1997: 18). |
|
Son ciertamente dimensiones que por lo demás se hacen y rehacen, se vitalizan
y se consumen, se establecen y se deshacen en un lugar: el bar. Allí quienes
participan de esta cofradía marginal se legitiman y se construyen como sujetos históricos con
valores, creencias y conocimientos propios. |
|
“Vamos
niños a tomar |
y a la
subida ‘el Barón |
porque
nos tocan el piano |
y en la
casa e’ la Lindor. |
|
Por esa
calle Márquez |
subiendo
arriba |
viene la
chica Ignacia |
con la
María. |
|
Con la
María, ay sí |
cierto y
muy cierto |
que
todas son caletas |
e
Iquique es puerto. |
|
Rájate
en el Barón |
‘onde
Lindor” |
(Claro
et al., 1994: 523)(25). |
|
El
valor que adquiere para estos sujetos el microespacio social del bar es
fundamental por cuanto es allí donde reciben las primeras herramientas con
las cuales a través de los años construyen y dan sentido a sus vidas. Vida
que de modo natural se arma al margen del conjunto de normas,
conductas y actitudes que viene a entregar la
escuela. Son por eso tempranos desertores de la “instrucción pública” (apenas
leen y escriben), convirtiéndose luego para la sociedad en sujetos
“de-formados”, “mal-educados”, “ignorantes”, “in-cultos”...(26), o sea, “rotos”. De
este modo aprenden el arte de vivir a través de sus contactos cotidianos y de
un aprendizaje recibido en la calle, en los bares; sus maestros son los viejos choros, los amigos... En fin,
lo que de alguna manera podemos llamar laantiescuela(27). |
|
“Por mi
poca educación |
se hizo
dura la faena |
sólo
cursé silabario |
y esa
fue toda mi escuela |
[...] |
Quien me
enseñó a barajarme |
mi
escasa sicología |
y fui
adquiriendo experiencia |
en la
escuela de la vida |
[...] |
Por mi
escasa educación |
yo trato
de tener tino |
con la
escuela de la vida |
de a
poco me abro camino” |
|
(Advis,
1997: 25-26). |
|
Pero el bar aquí no es cualquier lugar, en los términos de Marc Augé, sería
un lugar antropológico, “...un lugar en el sentido inscripto y simbolizado
(...) que se cumple por la palabra, el intercambio alusivo de algunas
palabras de pasada, en la convivencia y en la intimidad cómplice de los
habitantes” (1993: 82). El bar, así, da sentido a quienes acuden a él. A fin
de hacer más claro lo anterior y situarlo en el contexto que nos interesa,
vale este ejemplo: cuando los jóvenes hablan del “carrete” y de la bohemia
porteña se refieren a hechos que ocurren comúnmente en torno a las plazas
Sotomayor y Aníbal Pinto, Avenida Errázuriz o la típica Plazuela Ecuador; lo
que no se corresponde, como sabemos, con el lugar donde estaba situada la
antigua bohemia porteña. Lo que pasa en este caso es que estos lugares, los
del “barrio puerto”, han sido desplazados por estos otros que, a juicio de
Augé, constituyen justamente lo contrario: son no-lugares. Entendiendo
“lugar” no como un sitio cualquiera sino como un espacio de resignificación
social que se construye por medio de la experiencia de los sujetos que allí
acuden, y que en ese “acudir” deja siempre algo (jamás es
una vuelta con las manos vacías). En otras
palabras, de acuerdo a la definición que el antropólogo francés hace de los
lugares, estos serían lugar de identidad, relacional e histórico, aquel sitio
o espacio que no pueda definirse bajo estas características definirá entonces
un no-lugar(28). En consecuencia —y en rigor—, lo que hoy vemos en las
noches porteñas no son bares (lugares), son pubs (no-lugares): espacios del
anonimato y la soledad, donde no se dialoga —o se dialoga poco—. El no-lugar
por tanto no crea ni identidad singular ni relación, sino soledad y
similitud. Y esto no sólo se da allí, vemos en lo que se han convertido las
farmacias, los negocios de comida rápida, el mall... En el fondo, se han
transformado en meros espacios donde quienes participan lo hacen sólo por y a
través del consumo(29). |
Ahora, si ampliamos un poco más el concepto que emplea Augé podemos incluso
afirmar que no sólo el bar corresponde a un lugar, el mismo sector del
“barrio puerto” también lo sería, en la medida que representa el espacio
donde los sujetos que allí acuden a festejar y a compartir construyen su
propia identidad. Lo anterior equivale a decir que dentro del mismo plan de
Valparaíso habría entonces lugares como no-lugares antropológicos al estilo
Augé. Los primeros estarían representados por los bares y alrededores del
“barrio puerto”; los segundos, en cambio, por gran parte del resto de la
ciudad, sobre todo el centro comercial, la Avenida Pedro Montt (el Congreso,
el Mc Donald, el cine Hoyts), el sector bancario, y los sitios más arriba
señalados. Esto significa que en este delimitado territorio porteño cohabitan
dos espacios, pero en disputa, jamás en armonía. Son áreas que, al igual como
sucede con la cultura oficial y las “otras” culturas (populares, indígenas),
están en constante tensión y en una situación de permanente conflicto y negociación; donde los lugares
estarían siendo amenazados por los no-lugares; allí donde “las calles
esconden mucho dolor, indiferencia, seres ordenados que se exponen en masa a
lo público; experiencia limitada por el mercado y el poder”(30). Aquí está presente la imagen de
una ciudad que a través del trabajo y del comercio se incorpora al mundo
moderno; allí en
cambio pareciera que el tiempo se ha detenido y cuyo único orden existente
fuera el del carnaval. En este sentido, si el “sector moderno” representa la
ciudad del desarraigo y del dolor (esta parte de Valparaíso, como Santiago, puede servir
como ejemplo para crear la imagen de la ciudad estoica(31)), el sector popular
representaría, por el contrario, el mundo de la jarana, del desenfreno, del
amor correspondido. Es el espacio donde se lleva a cabo la fiesta
improvisada, sin más preparativos que las ganas de transgredir la vida
rutinaria. La ida —huida—
al “barrio puerto” para festejar implica, en este contexto, “la experiencia
de lacarnalidad en
oposición a la espiritualidad”(32). Viene a ser de cierto modo, un tiempo-otro, distinto y
trasgresor del tiempo lineal y cronológico. Se trata —el carnaval—, de
un “tiempo largo del calendario ancestral indígena chileno, el de una época
cósmica caracterizada como ‘tiempo de sol, de los calores, abundancia,
cosecha general, tiempo de la siega’”(33). |
|
Al dar a conocer esta realidad sociocultural que se vive en el “barrio
puerto”, en este sector extremo y marginal del suburbio porteño donde abundan
en su mayoría borrachos, putas, “maricones”, delincuentes, mendigos, artistas
y locos, se está poniendo también en evidencia que estos lugares no
desaparecen; la modernidad aunque los pone en segundo plano no los borra.
Incluso a veces los usa. Son, como señala Augé, “indicadores del tiempo que
pasa y que sobrevive”(34). Por ahora sólo tenemos clara una cosa, y es que existe
en Valparaíso un sector que vive al margen no sólo del espacio geográfico
urbano sino también del sociocultural. El paso siguiente sería demostrar pues
si el sistema de valores, ideas y creencias que explicitan los sujetos
populares por medio de las cuecas que a continuación se irán analizando, se
corresponde con los estatutos de cultura popular que a lo largo de este
estudio se han intentado desglosar. Ahora, si es así, esta cultura popular
que constituye en su conjunto un capital social(35) considerable, estaría siendo peligrosamente amenazada por las actuales
políticas culturales, como sucede por ejemplo con el Proyecto Patrimonio de
la UNESCO. |
A propósito, cuando en el año 2001 se hizo entrega del Expediente
de Postulación de Valparaíso como Sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO(36) en el cual se
daba a conocer el sector que pretende ser incluido en la lista de las
ciudades protegidas, apareció un mapa que demarcaba la zona geográfica de la
postulación. En él se asigna el carácter de “patrimonio histórico”(37), por ejemplo,
a los cerros Alegre y Concepción, al sector bancario de la calle Prat, a
la plaza Sotomayor, más allá, a la Quebrada Márquez y a La Matriz y su
iglesia; pero no su entorno(38), o sea, las calles Clave, Cajilla, San Francisco y Severín.
Este ‘entorno’ que vine a representar —en los términos antropológicos de
Augé— un “lugar” y donde, por lo demás, se inscribe una parte importante de
la historia social y política porteña(39) no tendría, para quienes llevan a cabo la postulación,
los atributos necesarios o suficientes para ser considerado patrimonio
histórico. Por eso no se incluye, o mejor dicho, se excluye esa realidad, ese
universo social intangible que estaría a punto de extinguirse y que, por lo
mismo, necesita ponerse a salvo tanto cuanto más susceptible de deterioro es.
Sin embargo se protegen sólidas edificaciones que han permanecido intactas
por más de un siglo. Ciertamente estamos frente a una paradoja: aquello que
no necesita ser tan protegido
porque ha demostrado saber protegerse, se resguarda; en cambio, aquello que no puede
protegerse por sí solo porque está ahí lo moderno, con sus aparatos y sus medios, se desprotege.
Y es más, al no ser incluido no sólo se desconoce como capital cultural
intangible sino también se barre, se pasa a llevar, ya que como deslinda con el lado
patrimonial sufre el desprecio del vecino, pasa a ser el reverso, la cara
oculta, el negativo, el patio de atrás donde va a dar la basura que desluce
la fachada del Valparaíso que se exporta y que se busca proteger. |
Ahora, al revisar los criterios que al respecto aplica la UNESCO, y con ella
los del Gobierno de Chile, lo anterior no debería extrañarnos. A poco andar
caeríamos en la cuenta de que estos no están interesados precisamente en
proteger lo popular,
su interés está centrado en otra parte. Al concebir patrimonio como algo
presuntamente de la nación, lo que buscan las políticas oficiales es hacer a
la sociedad partícipe de ciertos objetos concretos como un mecanismo de
integración nacional. De ahí que el interés actual de las políticas
culturales esté puesto en el capital tangible (la arquitectura, las calles,
los ascensores) más que en el no-tangible (la historia oral, las danzas, los
cantos populares, las leyendas, las cuecas “choras”!!)(40). Al ser así, el
patrimonio pertenecería entonces sólo a un grupo (a la elite, o a quienes
poseen o son dueños de los bienes materiales), y desde ahí se pretende hacer
participar al conjunto de la nación como si fueran éstos los códigos propios
de la identidad nacional, sólida y consolidada. De este modo el patrimonio
vendría a remediar esa incertidumbre que aqueja a las identidades de hoy
(heterogéneas, móviles y desterritorializadas) y que, obviamente,
caracterizan a sociedades como la nuestra. De ahí pues el énfasis del
Gobierno en establecer el Día del Patrimonio Nacional(41), de ahí también la
apertura una vez al año para queapreciemos con
asombro palacios como el mismo Baburizza o la
panteón de Prat, la Moneda, clubes y casonas que vendrían a “orientarnos” en
cuál es nuestra identidad, cuál o cuáles son los referentes que como nación
definen lo que somos. Al parecer, para algunos, es en estos lugares donde se
hallaría el capital cultural heredado de nuestros antepasados y no en las
formas de vida que se mantienen aún en la marginalidad(42). Cuestión que está
estrechamente relacionada con el tema de la memoria histórica de los sujetos
modernos, y del relato de vida como un método apropiado para rescatarla(43). |
Por último, este trabajo no está contra la modernización, es imposible, y por
lo demás ridículo. De lo que se trata en el fondo es de cuestionar los modos
como operan las políticas culturales y nos damos cuenta, empero, que se
siguen aplicando los mismos métodos: siempre de espalda a los más pobres,
ignorando a las minorías, excluyendo a los “otros”. |
|
|
III. DETRÁS DE LA “OTRA LÓGICA” PORTEÑA |
|
A una
Europa ilustrada se opone una América mítica; a una España cristiana se le
opone un Nuevo Mundo pagano; al hombre blanco se le opone el indígena, la
mujer, el negro, el mestizo, el “maricón”, el soltero, el revolucionario... ;
al patrón, el peón, el roto; al pensamiento racional se le opone el saber
natural, cósmico; a la razón se le opone la pasión; a la civilización, la
barbarie; a lo oficial, lo “otro”; al espíritu, el cuerpo; a las ciencias,
las religiones; a Dios, el volcán, el río, el cielo... ; al trabajo, la
fiesta; a la Joya del Pacífico, el barrio puerto; y a la cueca de salón, la
cueca porteña: |
|
“Yo soy
la cueca porteña |
soy el
sentir de mi gente |
en el
mercado y la vega |
en las
noches de bohemia. |
|
Ay! No
cualquiera la canta |
porque
no es fácil |
improvisan
las notas |
do, re,
mi, fa, si. |
|
Do, re,
mi, fa, si, ay sí |
con los
platillos |
gala,
gala, gala, gala, ga |
unos
chiquillos. |
|
Reina de
mi folklore, |
eres mi
amor” |
|
(Núñez,
2001: 4)(44). |
|
Así han funcionado por siglos las visiones frente a estos dos mundos
disímiles. Por más que haya quienes se esfuercen por establecer ciertos
matices al respecto, ubicándose en sitios intermedios a fin de establecer una
mirada que les resulte más cómoda al momento de analizar el mundo negado por
los colonizadores, no son capaces de tapar el maniqueísmo que constituye la
piedra angular desde donde arranca el principio básico para entender el
problema de los dos mundos. En uno de los cuales habita lo popular. |
Pese a que referirse a este otro mundo trae
consigo inevitablemente un doble costo que implica, por una parte, luchar
contra todo tipo de significantes que remiten siempre a significados que
niegan, omiten, desvaloran o cargan semánticamente de manera negativa las
formas de enunciar lo que estamos oponiendo, lo que queremos erigir: el mundo
negado por la cultura occidental. Y, por otra parte, dar a conocer, con todas
las dificultades y prejuicios ilustrados, esa “otra” realidad popular,
mestiza, como una alternativa posible de vida, de mundo. Otro saber, otras
lógicas(45),
otras conductas que por no haber sido desarrolladas y valoradas en su real
dimensión se mantienen aún latentes, socavadas en un plano menor, sometidas
en una especie de subhumanidad debilucha, supersticiosa, de menor calidad por
parte de la razón cartesiana. Imposición que bien sabemos no es azarosa. |
Al ir conociendo el sentido verdadero de lo no-valorado, sabemos que detrás
de esa marginación lo que se oculta en realidad no es el menosprecio, la
flaqueza o la debilidad del mundo nuevo no-occidental. Lo que yo veo detrás
de esta negación es el temor a ese potente e incalculable capital cultural
que bien ya intuían los primeros señores. Sabían que en torno a las
multicolores danzas indígenas, que detrás de esos salvajes y sangrientos sacrificios
humanos, que en medio de esos suculentos y abundantes sabores y olores de
cuanto comían y bebían, y que por debajo de esas interminables y enardecidas
fiestas y cantos triviales estaba el poder insospechado de un saber, de una
cultura y de un mundo-otro que al no ser prontamente aplacado haría imposible
la instauración del nuevo paradigma moderno, racional, ilustrado. Mi
impresión es que pese a todo el convencimiento con que actuaron los
conquistadores siempre existió un miedo oculto a este “loco” y heterogéneo
mundo con el que acababan de toparse. Fue esa sensación de desconocimiento y
asombro frente a esa realidad que no podían comprender, hacerla suya, y que
los impulsó a atacar, a someter, a exterminar... |
Por
lo mismo, se trata pues de hablar y de pensar desde el
otro lado. Desde lo anti todo lo establecido.
Desde un-mundo-al-revés. En otras palabras, lo que estoy tratando de decir es
de plantear la posibilidad de poder construir —o al menos de imaginar— un
modo distinto de dar sentido a la realidad tal cual la conocemos, por medio
de otras lógicas u otros componentes no tradicionalmente considerados. De ahí
el valor que cobra la risa, el carnaval, la pasión, el cuerpo, el instinto,
lo sensual, la abundancia, la pluralización religiosa, lo relativo, lo
equívoco, el pueblo, el goce, la embriaguez, la promiscuidad, la locura,...
el barrio puerto y su cueca. O sea lo que la Viole(n)ta Parra en su vida y
obra nos representa: |
|
“El
monte se haya enfiesta’o |
de la
mañan’a la noche; |
lo miro
y está fantoche |
con
todos sus invitados; |
el humo
del cabro asado |
se anida
en un maitencillo; |
Romasa
picó el cuchillo, |
la mesa
ya está servida |
con
hartas papas cocidas; |
felic’
están los chiquillos” |
(Parra,
1988: 66)(46). |
|
De eso se trata, de un mundo que tiene que ver más con las cosas que con las
ideas, con el cuerpo más que con el alma, con el corazón más que con el
pensamiento, con el hacer más que con el planificar, con la jarana más que
con todo aquello que en su conjunto implique esfuerzo, seriedad, orden... |
Ahora bien, como lo que nos ocupa acá no es “esa” cueca chilena sino “esta”
cueca porteña, diremos un par de cosas aclaratorias al respecto. El lector en
las primeras líneas ya se habrá dado cuenta que la cueca de la cual hablamos
no es “esa” que la elite de nuestro país instauró como nacional y que, por lo
demás, debía responder a ciertas normas que iban desde la ropa y el modo de
bailarla hasta los acordes, las letras, el ritmo y el lugar en que se
practicaba. Esa la de Los Huasos Quincheros, la que se nos enseña a bailar en
las escuelas y que los políticos danzan levanta’o e’
rajacada vez que inauguran las fondas del parque.
(Recuerdo ver alguna vez en la portada de un diario —La cuarta, creo que fue—
a Lavín bailando cueca para darle el vamos al carnaval dieciochero de su comuna —Santiago o La
Condes—. La imagen era la de un futre completamente arrítmico, desaliñado y
vestido de terno —siempre gris u oscuro— y exhibiendo como sobretodo el más
colorido poncho de huaso). No. No es ese el producto musical que nos interesa
rescatar aquí. Por el contrario, en la medida que seamos capaces de dar a
conocer el valor y la importancia que tiene “este” baile popular urbano,
estaríamos en condiciones de desacreditar y anular todo injusto y mal habido
valor del que ha sido portador “ese” baile tan distante a la realidad
cultural de nuestro pueblo. |
Estamos hablando de la expresión musical más genuina y pura de nuestras
tradiciones urbanas, en ella confluye la esencia de la chingana —después la
taberna, la quinta de recreo, y ahora el bar—. Se trata por cierto de una
cueca —chilenera, flaite, chinganera— que recrea el universo
de una cultura popular con “especiales expresiones técnicas, lingüísticas,
laborales y religiosas” (Salinas, 2000: 176). Y aunque siendo “...[esta cueca] de arte grande —la de las fondas de la Independencia, esa
que fue sagrada para los Carrera y que a la muerte de Diego Portales se tuvo
que ocultar durante 150 años— fue tratada sin piedad y pasó días amargos.
Sólo las cárceles, tabernas y prostíbulos fueron refugio seguro para esta
joya del arte, la cual ha sobrevivido fuera de la ley, perseguida,
clandestina... Prefirió sumergirse en el vino, en las fiestas y tomateras del
pueblo, especialmente en caletas o guaridas de la Vega, la Estación y el Matadero [y el barrio puerto], donde se juntan los que no valen
nada para el coloniaje...” (González Marabolí, 2003: s/f)(47). Más allá del
aparente desprecio con que el estudioso refiere al mundo cuequero tiene razón
en cuanto a que ésta se mantuvo sólo en ciertos lugares específicos. En el
patio de atrás del centro urbano y oculta en los mortecinos baruchos de mala muerte se
dieron cita los “gallos” de la cueca porteña. Así al menos lo rememoran los
viejos de La Isla de la Fantasía: |
|
“Bajábamos
a plaza Echaurren |
y yo
metido en un grupo |
a tomar
la del estribo |
tiré
pa’l “Nunca se supo” |
|
La cosa
estaba que ardía |
las
cuecas bien apianá’ |
y
volvíamos’ a empezar |
metido’
entre la garbá |
|
como
lanzao’ los panderos |
del
famoso curao Mario |
y al son
y repiqueteo |
parecíamos
canarios |
|
Lucero y
el Vitololo |
bien
entonao’ los pitos |
Mario
Cabas y el Bernal |
y el
famoso Cuadra’ito |
|
Juan Pou
con el Mascareño |
Periquín
y el Tronco Seco |
el Cruz
con Adrián Aranda |
se
floreaban en el puerto |
|
Si fue
como una embajada |
de
nuestra cueca chilena |
el imán
de los muchachos |
y todos
de buena tela |
|
Así que
aprende a cantar |
más con
la barriá porteña |
que
hacen una creación |
de
nuestra danza chilena |
|
Muchos
cuequeros de ahora |
se les
perdió hasta el salero |
si no
sabí no te metai’ |
decía el
Chino Fulero” |
|
|
|
(Advis,
1997: 37-38)(48). |
|
|
Los Chileneros, por su parte, opinan
diciendo que se trata de un estilo que rescata la esencia de un momento
irrepetible, enfatizando la espontaneidad por sobre los detalles formales(49). Más allá de las
imprecisiones armónicas o de afinación —agregan—, hay un espíritu vital que
muestra la notable calidad rítmica y el talento de los intérpretes, que se
fundamenta en una tradición vernácula: el canto
a la rueda(50), “...es rescatar algo que todavía tenemos la posibilidad de
tener. La cueca que se hace ahora no es la cueca que en su tiempo fue el
baile nacional. Es una cueca de postal, turística y no es la que representaba
a la gente del pueblo y que encontraba en la cueca una forma de expresar sus
sentimientos”21. Por lo visto no era solamente un baile sino que una
consecuencia y un estado de ánimo: |
|
“Quisiera
ser como el perro |
para
amar y no sentir |
porque
el perro es muy paciente |
se le va
en puro dormir |
|
En mi
casa hay un perro |
es muy
paciente |
donde
tiene el hocico |
tiene
los dientes |
|
Tiene
los dientes, sí |
y es
cosa rara |
donde
tiene el hocico |
tiene la
cara. |
|
¡Anda
perro indecente |
dice la
gente!” |
|
(Núñez,
2001: 5)(51). |
|
En consecuencia, |
|
“esa
cueca ya no se hace y si se hace está escondida y la idea es
rescatarla. [...] La cueca que se usa ahora es
una cueca medio manoseada, una cueca al gusto del cliente... [...] y tiene fuerza cuando la canta [y baila] el roto, cuando la canta el pueblo. Antes era un diario
de vida, reflejaba las cosas que estaban pasando. Había un crimen y al día
siguiente había una cueca, cuando Godoy se cayó en la cordillera, por
ser..., [en cambio] la de ahora es muydesabrí’a. No tiene fuerza...
no es como antes. La cueca es un duelo de picardía y gracia, no esa cosa en
la que hasta aparece un huaso bailando solo... dónde se ha visto eso”. Y en
cuanto a la forma “La cueca tiene un encuadre, una forma y eso ya no se respeta.
En una cueca perfecta el buen castellano no funciona y por eso hay que usar
el otro, pa' que cuadre. Es embromao, no es llegar y hacer”, explican cuando dan cuenta de la
estructura de este ritmo. Por último, la cueca era lo que era no porque fuera
bonita y hecha en Chile, sino porque era el diario vivir, la cueca contaba la
historia de Chile, lo bueno o lo malo que le pasaba a uno en la vida diaria: |
|
“Ando
con el cuerpo malo Escuchar |
con una
sed que me mata |
y lo
peor que pa’ arreglarlo |
no hallo
donde sacar plata. |
|
Ando con
el cuerpo malo |
y pa’
mayor desdicha |
ando tan
pobre |
que por
ninguna pilcha |
no dan
ni un cobre. |
|
Y pa’
mayor desdicha |
ando tan
pobre. |
No dan
ni un cobre, ay si |
yo me
derrito |
por un
caldo picante |
y un
chuflaisito. |
|
Voy a
verme obligado |
a pedir
fiado” |
|
(Núñez,
2001: 6)(52). |
|
O esta otra que dice relación no con el trago sino con esa triste vida de casado que
tantos motivos da para cuando quieren hacer burla de sus propias vidas
maritales: |
|
|
“YO TE
DIJE VARIAS VECES |
que no
fuera’i a casarte |
de qué
te queja’i ahora |
si voz
mismo te ensartaste |
|
De qué
te queja’i ahora |
te hablé
de la libertad |
del yugo
y de las pasiones |
se
acabaran las piedras |
pero
nunca los Ramones |
|
Te hablé
de la libertad, |
del yugo
y de las prisiones |
como
Ramón ahora |
andai’
gritando pa’l lote |
que te
saquen del lío |
cuando
esta’i hasta el cogote |
|
De qué
te queja’i ahora |
si te
manda tu señora” |
|
|
(Núñez,
2001: 7)(53) |
|
De esta manera, por ser una cueca típicamente urbana tuvo su florecimiento en
los entornos de las ciudades y también en los puertos. Valparaíso, desde a
mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX vivió lo mejor de la
cueca chilena junto al desarrollo de una vida alegre muy representativa de la
chilenidad más profunda. La cueca urbana que en ese tiempo era la reina de
las noches porteñas (y que incluso en algunas picá’ todavía se canta, o si no vaya al cerro San Juan de Dios, donde el tío
Beno, el flaco Morales o el Juan Pou —“los reyes” de La Isla de la
Fantasía—), surge en un principio en las chinganas, lugar en donde se
exaltaban en su más viva expresión las tres dimensiones constitutivas del
saber popular. Era el lugar donde se comía, bebía, cantaba, bailaba...y, por
supuesto, amaba: |
|
“Con
arpa, guitarra y piano Escuchar |
el
remolino e’ San Roque |
cantaban
con alegría |
con
pandero y batería. |
|
Linda
quinta Gutiérrez |
con la
Justina |
la
Cofré y la San Carlos |
con el
piano de Alba Rosa. |
|
De la
Alba Rosa sí |
también
la Ortubia |
junto a
la Santa Laura |
fueron
dichas y glorias. |
|
Todas
fueron famosas |
igual
que doña Alba Rosa” |
|
(Núñez,
2001: 8)(54). |
|
Estrada
señala, a propósito de la proliferación de los prostíbulos en la ciudad, “su
antesala, en categoría, era las denominadas chinganas o tambos, o centros de diversión nocturna de los sectores sociales
bajos, y muy frecuentados por la marinería, con el fin de bailar y beber”.
(Estrada et al. 2000: 31). En el mismo contexto, P. Treutler describe
vívidamente el ambiente que se palpa en esos lugares, en torno al baile de la
“zamacueca”, con la participación activa de los concurrentes, animados por un
grupo de músicos que habitualmente eran mujeres. “…considero atractivo el
desplazamiento de la mujer cuando el baile es bien ejecutado; en cambio, los
rasgos del hombre más bien parecen ridículos y vulgares debido a su posición
semiagachada y con inclinación hacia delante, levantando cierta parte de su
cuerpo como invitando a un puntapié" (Treutler, 1958: 136). (Al copiar
esto no puedo dejar de relacionar “este” estilo “ridículo y vulgar” de bailar
la cueca con “ese” otro “rígido y empinado” con que Lavín mostraba su
chilenidad. Da la impresión que la clase alta tiende a bailarla con una
cierta altanería que le es propia y con una mirada que desafía si no al
público, a su acompañante; en cambio, el hombre del pueblo pareciera que se
contrae y que se esfuerza en exigirle al máximo a su cuerpo, de ahí que se
agache como para hacerse de más fuerzas, de un mayor impulso. Mientras el
primero baila mirando al público, manejando la situación y cruzándose con las
miradas que lo observan moverse, el segundo, se desinhibe, se olvida del
mundo; de ahí que mire al suelo o sólo a su pareja (...en esos instantes sus cuerpos son los únicos que cuentan...). Dicho de otra manera, si uno baila para el resto, el otro
lo hace para sí). |
Otro que describe lo que pasa en torno al baile de la cueca pero desde una
mirada distinta a la del alemán, es Nicomedes Guzmán: |
|
“Por
las aceras, la humanidad del suburbio desparramaba su fatalismo sin manos de
luz para contener una esperanza: mujeres panzudas, rodeadas de chiquillos
descalzos, piojosos, con mantas de saco; borrachines que dormían con la
cabeza puesta sobre sus propios vómitos, con el vientre a la vista; jugadores
de chapitas tintineando monedas entre las manos sucias; grupos haciendo rueda
a una pareja que cuequeaba, al son desafinado de una guitarra rota y del
voceo hueco de una cantora ebria: |
|
Para qué
me dijiste |
que me
querías |
que sólo
con la muerte |
me
olvidarías” |
|
(Guzmán,
1934: 89)(55). |
|
Impresiona en estas líneas el realismo con que el escritor describe el
ambiente popular y cuequero. Aunque este trabajo no está para discutir sobre
tendencias literarias resulta pertinente apuntar sin embargo un par de
cuestiones al respecto. Dentro de la narrativa chilena existen dos tendencias
claramente identificables pero unidas por un denominador común, cual es la
incorporación del sujeto popular dentro de su discurso narrativo. El primero
de estos correlatos literarios dice relación con el proyecto naturalista cuyo
sentido estaba centrado principalmente en la descripción de las clases
populares bajo la óptica propia del cientificismo decimonónico. Pese a que
este discurso narrativo es importante por cuanto inaugura lo que los críticos
denominan el “proyecto regionalista”, es decir, cuando el lente del visor se
traslada hacia nuestra propia realidad dando a conocer la parte hasta
entonces no develada de la sociedad, la manera como son descritos estos
sujetos terminan sin embargo victimizándolos y fatalizándolos en una especie
de criatura condenada por un destino que le es irreversible. Desde una lógica
actual este grupo de escritores recae lamentablemente en una suerte de
fatalismo y de determinismo que al cabo diluye la real dimensión de las
clases populares. El segundo correlato, en cambio, que asume una visión
distinta de la literatura debido en parte a la influencia de los movimientos
de vanguardia europeos y que, por lo demás, es con el que se inaugura nuestra
literatura contemporánea, si bien deja atrás esta postura lacrimera de sus antecesores
insiste en mostrarnos a un tipo de sujeto ahora sobrevalorado, sobredimensionado en sus reales
cualidades y condiciones personales. En otras palabras, el proyecto de la
“novela social” o de la misma Generación de 38 que era dar a conocer con todo
realismo y crudeza lo que estaba pasando por debajo de las masas populares, y
donde los escritores sentían la necesidad de denunciar lo que no se veía,
develando la injusticia y la miseria humana que acompañaba al modelo
capitalista adoptado por los gobiernos de turno, si bien es importante por
cuanto dio a conocer un mundo que hasta entonces había sido desconocido,
ignorado por la elite, punzando con talento la conciencia de una sociedad
emuladora de las corrientes y costumbres europeas; no obstante, la imagen que
este discurso construye de los sujetos es la de portadores de una fuerte
conciencia de clase, autoreflexivos y cultos. De ahí que sea recurrente
hallar a militantes políticos, a intelectuales de izquierda, a anarquistas
ilustrados, etc. En el fondo una elite marxista que estaba lejos de parecerse
a lo que realmente era —son— la gente del pueblo(56). |
Pero si Guzmán —perteneciente a esta última corriente— cae en esta inapropiadasubjetivación, Edwards
Bello en cambio no oculta su desprecio y lamentación al mostrar a una clase
inferior sumida en su miseria y castigo, mostrándolos como “fieras que los turistas toman de
noche en plena selva [sorprendiéndolos] en sus actividades íntimas, en su fatal oscuridad...”
(Edwards Bello, 1996: 5)(57). La verdad es que esta referencia al roto por parte de la
elite como un ser bestial yanimalesco que es incapaz de poner freno a sus pasiones no debe
sorprendernos ya que resulta al fin coherente con el modo de ser suyo —el de
la elite, claro está—. En un mundo donde las tentaciones del cuerpo quedan
aplacadas por las del espíritu toda manifestación que exalte las apetencias
carnales caen bajo la mirada fiscalizadora de la
decencia y el decoro. El mismo acto sexual que la
elite esconde hasta desnaturalizar, el sujeto popular nuestro lo ensalza como
uno de los más —si no el más— grande de los placeres corporales. Acto que lo
anuncian eróticamente los bailarines en el baile cuequero: |
|
“...entonces
se golpean el vientre los unos a los otros, tres o cuatros veces seguidas, y
se alejan saltando, para hacer los mismos movimientos, con modales muy
lascivos e indecentes regulados por el son de los instrumentos: de cuando en
cuando entrelazan los brazos, dan varias vueltas, continuándose en golpearse
el vientre y dándose besos, pero sin perder la cadencia. Se asombrarían en
Francia con un baile tan indecente; pero casi es común a todos los países de
América Meridional” |
|
(Claro
et al., 1994: 524). |
|
La cueca porteña en cambio prefiere tratarlo todo desde el mundo animal y
salvaje: |
|
|
“La
gallina se murió |
y
el gallo cerró la puerta |
y los
pollitos piaban |
al ver a
su madre muerta |
|
Por la
calle pa´ arriba |
la
gallina se agacha |
y el
gallo sube |
con los
pollos debajo |
|
La pesca
del moñito |
y el
gallo encima |
caramba
y la sacude |
(...) |
|
Y el
gallo encima, ay sí |
caramba
gallo malazo |
le
sacaste la cresta |
caramba
y a picotazo |
|
Anda
gallo malazo |
caramba
mariconazo” |
|
|
|
|
(Núñez,
2001: 9)(58). |
|
De hecho, no en vano ya nos lo decía Edwards Bello que “[los rotos] se inclinan
con ademanes primitivos para satisfacer una imperiosa necesidad natural”
(1996: 24). Sí, porque si hay algo que de verdad interesa a estos sujetos del
puerto [y a quién
no] es matar la gallina. Un crimenpermanente que tenía en las
calles Clave y Cajilla sus ansiadas víctimas: |
|
“En las
calles del pecado Escuchar |
me
llamaste a tu ventana |
de ti se
prendió mi vida |
y mi
corazón en llamas |
|
Carita
apasionada |
tus ojos
moros |
samba,
china, chola, mi negrita, samba |
lindo
tesoro |
|
Lindo
tesoro, ay sí |
precioso
anhelo |
samba,
china, chola, mi negrita, samba |
de mis
desvelos |
|
Aunque
una pecadora |
mi alma
te adora” |
|
(Advis,
1997: 77)(59). |
|
Hablar de las calles del puerto o de la plaza Echaurren es hablar de
prostíbulos —de las casas de niñas—, estas al igual que los bares vienen a representar la imagen
misma de la perdición, del pecado, lugares tan aborrecidos y amados a la vez que con ellos se
podría escribir una historia aparte, entera. Los viejos recuerdan siempre con
nostalgia aquellos años cuando lidiaban “esa” vida de trabajo y de familia
con “esta” otra de recreo y de amistad: |
|
“Pero |
se
fueron Los Siete Espejos |
ya no
está Los Ojos Verdes |
ni el
famoso cauro Humberto |
casa de
vida alegre |
|
Cajilla
y calle Clave |
de miles
noches de ronda |
de
guapos corazones |
y de
curva ‘e milongas |
|
Aunque
eres sólo una calle |
pero hay
un mundo en tu vida |
fueron
tus noches alegres |
de
muchas almas perdidas..”. |
|
(Advis,
1997: 31). |
|
La imagen que se obtiene de una ciudad popular (mestiza) como fue el sector
puerto de Valparaíso está dado en gran parte por la presencia de las
prostitutas y el modo particular de ejercer su oficio. Por ejemplo, como lo
señala El Padre Padilla:
la María Piojo de la Calle Nueva “mujer desenvuelta y libre”: Aquí en
Valparaíso las mujeres, / No obstante la Cuaresma i tiempo santo, / Se han
dedicado a todos los placeres / En este tiempo de pasión i llanto. / Ese
lúbrico canto / De la indómita carne no ha cesado” (12.5.1888). Y en otro
texto: “Pasadas las nueve de la noche, no se puede andar por la calle de la
Independencia: las hijas del pecado no dejan transeúnte que no pongan tonto
con sus forzadas caricias” (27.4.1889)... “Trabajadores cesantes: herreros,
caldereros, remachadores, gasfiteros... las prostitutas del cerro Arrayán,
donde van hasta los frailes dominicos” (26.1.1886)(60). |
|
Pero no sólo el sexo, cierto, tiene su espacio aquí, en
general todas las sensaciones gratificantes que el cuerpo exige. Y que la
cultura oficial no admite. Casas de putas, comilonas, tomateras, griterío, riñas, robos, evacuaciones de todo tipo: vómitos,
excrementos, orines, gargajos, mucosidades; todo. Todo va a dar al mismo
lugar, todo se fusionan en un gran y único recipiente: el WC de “damas” o el de
“caballeros” —o por último el mismo piso—: |
|
"La
Olga Verde quería comer pescado frito. La idea fue aceptada y cruzaron al
frente, hacia la terrible subida Cuarta del cerro Santo Domingo. En el
Restaurant Tropezón, una señora gorda, morena, con poncho de castilla y
gruesos cabellos lacios, chamuscados por el fuego de la cocina, les arregló
una mesa. En el otro extremo del local, apenas iluminado, bebían cerveza
cuatro muchachos, con delgadas caras de maleantes hambreados... A la Olga
Verde, semiborracha, le había dado por reclamar de la cocinería. Todo lo
encontraba sucio y picante. Hubo que cambiarle el plato y buscarle un tenedor
que no fuera amarillo. Luego exigió vino tinto, en taza. Se cumplieron sus
deseos, aunque la dueña no tenía permiso para vender licor... - Podríamos
rematar donde el rucio Piltrilla, en Los Siete Espejos -propuso Beltrán.
-Donde el maricón Humberto, mejor -dijo Casarino-. Ahí me conocen"... |
|
"Vamos,
niñas, a tomar |
a
la subida del Barón, |
para que
nos toque el piano |
el
jovencito Lindor. |
|
Un
curcuncho bailando |
dijo:
-Señores, |
tóquenme
una cuequita, |
que
me enamore, |
que
me enamore, ay sí, |
póngale,
menta, |
y
llegando a veinte pesos |
pase
la cuenta. |
|
Que yo
por treinta pesos, |
yo
me enderezo". |
|
"Las
niñas del salón que habían sido huasas bailaban aperradas, con los mechones
sueltos: |
|
Rosa
Amelia, me llaman |
los
marineros, ¡ay Rosa!, |
y
otra vez que me llamen |
me
voy con ellos...". |
|
"En
la Plaza Victoria |
hallaron
un picaflor, |
y
del pecho le sacaron |
la
bandera tricolor. |
|
La Plaza
de la Victoria, |
la
Plaza Echaurren, |
la
caleta del Membrillo, |
el
puente de Jaime". |
|
(Juan
Uribe, 1973: 171-180). |
|
A propósito, no quiero dejar pasar las palabras con que nuevamente
nuestro insignenaturalista nos
describe estos lares: |
|
“A
las dos de la mañana la borrachera es general; esa borrachera violenta y
escandalosa que producen las bebidas gruesas. El prostíbulo parece poseído
por un demonio gritón y pendenciero; un hálito de locura pasa zumbando por
esas cabezas caldeadas que amenazan estallar o desplomarse. Algunas mujeres
lloran sin razón; otras se revuelcan con atroces convulsiones, gritando cosas
sin sentido. Al patio salen sombras vacilantes que se inclinan con ademanes
primitivos para satisfacer una imperiosa necesidad natural; el aire de la
noche parece caer sobre ellas como un rayo; el fresco áspero y penetrante las
aniquila; tienen que hacer un violento esfuerzo para volver al salón, donde
el calor, la música, la confusión, vuelven a arrastrarlas en su engranaje.
Las disputas y grescas no se dan tregua; por un sí o un no, esos hombres que
el alcohol hace de una susceptibilidad extraordinaria, se van a las manos;
las niñas corren a llamar a doña Rosa, pues saben lo que degeneran esas
discusiones entre hombres que llevan cuchillo, que desprecian su vida y no
son dueños de sí mismos...” |
|
(Edwards
Bello, 1996: 85). |
|
|
Ahora bien, más arriba señalamos que fue en la chingana donde se vio nacer a
esta cueca urbana popular, lo que nos lleva a deducir entonces que éste no es
cualquier lugar, como ya lo hemos dicho se trata de un lugar antropológico.
He aquí un buen ejemplo de lugar que nos vienen a dar estas rimas: |
|
“En esas
casas alegres |
yo oí
las mejores cuecas |
apianada
y con pandero |
corría
hasta la manteca |
|
Como que
tienen imán |
esas
lindas callejuelas |
o es la
mujer de arrabal |
que a
nuestras almas se aferra |
|
Quien se
mete en el ambiente |
donde el
fuelle la rezonga |
es muy
difícil zafarse |
donde
reina la milonga” |
|
(Advis,
1997: 36)(61). |
¿Y la figura de la plaza qué resignificación tiene en este contexto de lugar?
En el lenguaje colectivo de quienes nos criamos en este puerto decir plaza
Echaurren implica inmediatamente pensar en putas: |
|
“La
famosa Plaza Echaurren |
antesala
del ambiente |
y me
dieron la pasá’ |
porque
aguanté el agua fuerte” |
|
(Advis,
1997: 33). |
|
Leyendo un poco la historia arquitectónica de esta ciudad resulta curioso
saber que pese a todo lo famosa y popular que ha sido la Plaza Echaurren ha
sufrido sin embargo también los latigazos de la modernización. Hubo serios
intentos que quisieron mejorarla, cambiarle el aspecto popular que por décadas ha mantenido,
entre otras cosas haber sido “la antesala del ambiente”. Con todo ese apogeo
urbano que caracterizó al puerto a finales del siglo XIX, |
|
“la
Plaza cambió también su denominación tradicional pasándose a llamar Plaza
Echaurren en homenaje al Intendente Francisco Echaurren Huidobro, quien
dirigió el puerto en épocas de grandes proyectos urbanos; su gestión
coincidió con el impulso que daba Benjamín Vicuña Mackenna a la modernización
de Santiago” (...). No obstante, a pesar de los esfuerzos del municipio y de
la prensa por modernizar los gustos de los usuarios, fue difícil torcer una
tradición de uso popular en un ámbito tan frecuentado por marineros, gentes
del pueblo, comerciantes ambulantes y mujeres de la vida. Estrada apunta lo
que señala un periodista de la época. “Ya es aquello una verdadera toldería
de indios, con sus quinchas, guardapalos y sus inmundas lonas que bate el
viento desparramando olores que ni para narices de alcalde... En plena Plaza
Echaurren a las doce del día, empanaditas fritas, ensaladas de patas,
picarones, horchata con y sin malicia, y en unas mesas inmundas, unas bancas
negras y cajas, unos braceros en que humea la leña verde y unos gritos, una
algazara de trasnochados de pascua, y después lo de siempre que la malicia
subió a la cabeza, que se descompuso el estómago, que llega la de mojicones,
la de palos, la del puñal y la policía, el insulto, el grito, la riña, el
calabozo y el juez” |
|
(Estrada
et al, 2000: 150-151). |
|
Pero también fue famosa, por otras cosas sí, la Plaza de la Victoria: |
|
“Y en la
Plaza ‘e la Victoria Escuchar |
mataron
un picaflor |
y del
pecho le sacaron |
la
bandera tricolor |
|
La Plaza
‘e la Victoria |
la Plaza
Echaurren |
la
Avenida Argentina |
y el
puente Jaime |
|
y el
puente Jaime, sí |
plaza
Bolívar |
donde
los juramentos |
nunca se
olvidan. |
|
Y anda
corre ve y dile |
que viva
Chile” |
|
(Claro
et al., 1994: 525)(62). |
|
Ahora, si ampliamos un poco más el concepto de lugar que maneja Augé podemos
incluso afirmar que no sólo el bar, las chinganas o las quintas de recreo lo
son, también lo serían las calles donde se sitúan estos espacios, e incluso,
por qué no, el sector mismo del barrio puerto o, menos preciso todavía, el
puerto mismo, la ciudad toda como una sola y gran chingana donde se acude a
festejar y a compartir deliberadamente con los amigo(te)s. En este sentido,
para los no porteños Valparaíso constituiría entonces un lugar antropológico
al estilo Augé: |
|
En
patota íbamo’ pa’l Puerto |
a ese
“Nunca se Supo” |
había
que ser re gallo |
pa’
enchufarse en esos grupos. |
|
Si fue
famoso San Roque |
como fue
Clave y Cajilla |
donde
llegaban los taitas |
y los
chiquillos de la orilla. |
|
También
fue cuna de guapos |
el
famoso barrio chino |
triunfó
el mercado de amor |
y el
cantor de pergaminos… |
|
(Advis,
1997: 21). |
|
Los versos de esta cueca porteña sitúan inmediatamente a este sector de
Valparaíso como un espacio social particular. Primero viene a reflejar el
lugar del carnaval, la pista donde se lleva a cabo la fiesta —el Puerto— como
espacio geográfico y social donde se acude animosamente —en
grupo—dispuestos a la diversión, a transformar ese orden impuesto en la
ciudad —Santiago, en este caso— en otro orden, en el de la fiesta. Actividad
que estaba restringida, participaban sólo algunos —los
más gallos, los guapos—. Aquí el poeta se refiere
a los cuequeros bravos, a los con experiencias y dispuestos a seguir la
“ronda” —especie de payas que van saliendo de manera improvisada—. Y
también los orilleros, los marginales de la sociedad: putas, borrachos, delincuentes, en fin losanormales, disfuncionales al orden social establecido. Se trata de un
mundo conocido y que bastaba nombrar las calles para saber que se está
haciendo mención a los bares, las casas de putas, o a las quintas de
recreo... |
|
Mañana
me voy p’al puerto |
y a
caballo en un palito |
pa’ que
digan las porteña |
ay que
coche más bonito. |
|
Yo p’al
puerto me juera |
de güena
gana |
si una
niña bonita |
me
acompañara. |
|
Me
acompañara, sí |
p’al
Cerro Alegre |
donde se
baila cueca |
y en
pasto verde. |
|
Y ahora
sí que es cierto |
me voy
p’al puerto |
|
(Claro
et al., 1994: 526)(63). |
|
|
Santiago por sí solo restringe la vida de quienes lo habitan. A la
disposición geográfica que los encierra se une el sobre poblamiento y sus
efectos: la contaminación, el atochamiento, la delincuencia, la pobreza, la
calidad de vida, etc. Por eso los santiaguinos necesitan escapar de esa realidad que les
ahoga y los confina en un malestar permanente: calor, frío, agua... Sin
embargo, las formas que adopta ese escape son tan variadas como las
posibilidades para hacerlo. Mientras unos duermen y descansan en familia sus
horas libres, otros hacen deporte, y de los que salen a fiestas, se
emborrachan, bailan, comen y aman, muchos, lo hacen allá, en cambio, otros
-con más suerte quizás- vienen a Valparaíso. Desde que el Puerto es Puerto y
Santiago Santiago ha existido esa dicotomía entre una ciudad para el trabajo
y otra para el placer: |
|
“Santiago
es una ciudad prisionera, cercada por sus muros de nieve. Valparaíso, en
cambio, abre sus puertas al infinito mar, a los gritos de las calles, a los
ojos de los niños... Éramos poetas o pintores de poco más o de poco menos
veinte años, provistos de una valiosa carga de locura irreflexiva que quería
emplearse, extenderse, estallar. La estrella de Valparaíso nos llamaba con su
pulso magnético... No sé por qué, entre mis viajes fantasiosos a Valparaíso,
uno ser me ha quedado grabado,... (Neruda, 1984: 71-81). |
|
“Cada
vez que voy al Puerto Escuchar |
hago
flamear el pañuelo |
y la
primera patita |
es donde
Juanito Orrego. |
|
Desenfunden
chiquillos |
esas
vihuelas |
pa’
cantar con el alma |
cuecas
porteñas. |
|
Cuecas
porteñas, sí |
flor de
gargantas |
si
parecen canarios |
cuando
las cantan. |
|
Dale
duro al pandero |
Juanito
Orrego” |
|
|
(Advis, 1997: 76)(64). |
Ahora
bien, cabe señalar que la manera como esta gente percibe la fiesta no es
en base a la ruptura con la cotidianeidad (“pasaje de lo profano a lo
sagrado, como búsqueda de un tiempo original en que se reencuentra plenamente
la dimensión sagrada de la vida” —Eliade, 1967: 80—). Al revés, la
fiesta sintetiza la vida entera de cada comunidad e integra todas las
dimensiones sociales, políticas, económicas y culturales, así como los
proyectos de cambiarla. Aunque es cierto que la fiesta representa cierta
discontinuidad y excepcionalidad, no son estos los rasgos determinantes para
ubicarla en un tiempo y en un lugar enfrentado a lo cotidiano (Canclini,
1982: 79). Concretamente, la manera como este sujeto percibe su escape al sector puerto debe
ser visto, en esta lógica, como una prolongación de la cotidianeidad y como
una actividad sin grandes alteraciones; contrario a como las sociedades
no-populares la conciben: más bien como un lapso de tiempo en que se detiene
la producción —el tiempo serio— para incurrir en otro celebratorio, siempre
controlado desde arriba. En este sentido vale recordar lo que señala Bajtin cuando
muestra cómo el carnaval medieval, con todo lo transgresor e irreverente que
fue al invertir el orden social de “ese” mundo, acabada la fiesta —a la
mañana siguiente, diríamos— arremetía con más fuerza y dureza aún la mano
feudal, sometiendo y controlando a una sociedad que de la fiesta sólo
guardaba recuerdos. Lo que, por cierto, no quita el hecho de haber tenido una
importancia decisiva en la constitución de la conciencia popular de la época.
“En el plano simbólico-efectivo, “lo único”, y “lo excepcional” parece tener
mucho mayor efecto que lo que se repite” (Subercaseaux, 1991: 210)(65). |
En el plano nacional, no deja de ser importante lo que parlamentarios de
derecha desde hace algún tiempo han estado haciendo con los días feriados.
Cada vez están más empeñados en reducir los días festivos, eliminando los
famosos “sanguches” y centrándose únicamente en dos festividades: las
religiosas celebradas por la Iglesia Católica y las laicas relativos al
sentimiento patrio. Aducen para ello la cantidad de dinero que pierde el país
en un solo día de no trabajo. Pero, ¿quién es el que en realidad pierde más,
el país (!!) o no son acaso
ellos mismo que como sabemos comparten su vida de político con la de
empresario? |
En fin, lo importante es que la gente pese a todas las imposiciones legales
que le obligan a trabajar más de la cuenta busca siempre motivos para zafarse
de ello. Como sea igual se las arregla para no perder los valiosos sanguches, se queda después de la
jornada, va el sábado, o por último falla, qué más da que le descuenten unos
pesos, total después lo comido y lo bailado... Claro que hay otros que por demasiado festín terminan mal: |
|
“De la
uva salió la chicha |
de la
chicha, los cura’os, carabinero |
de los
cura’o la multa |
la multa
para el ju’gao |
carabinero. |
|
De la
uva salió la chicha, carabinero |
detracito
del juez, el secretario, |
el
gendarme y el reo |
y el
escribano, carabinero. |
|
Y el
escribano, sí |
qué
habrá pasa’o |
me
pagaron la multa, |
sigo
encana’o, carabinero. |
|
(Núñez,
2001: 10)(66). |
|
|
Pero
así como hay algunos que viene al puerto, disfrutan todo lo que pueden y
luego regresan a su vida normal, hay otros en cambio que se prenden de esta
ciudad. Son muchos los foráneos —desde santiaguinos, sureños, nortinos,
latinoamericanos y europeos de todas las naciones— que han pasado por
aquí y no han vuelto más a sus orígenes, aquí los asientan y hacen de este
puerto su otro país. Esto es muy típico en esta ciudad sobre todo con los
alemanes, italianos, españoles que atracaron por las más distintas
razones —bélicas, negocios, placer, etc. — y que armaron su nueva vida
en algún lindo cerro.
Pero hay otra infinidad menos conocida y más pobre que compone un tipo
importante del tipo de inmigrantes que llegó a esta ciudad. La prensa de
entonces describía, telegráficamente, a un grupo masivo de ellos, entre 1889
y 1890, así: |
|
“[se trata de] vagos y holgazanes, mendigos
y criminales, raquíticos y contrahechos, tropa de mendigos, harapientos,
incapaces de procurarse subsistencia, rateros y pordioseros, mujeres
flacuchentas, hambrientas y sucias, ejército de lisiados y pendencieros,...” (Lorenzo
et al. 2000: 18-19). |
|
El puerto, en ese entonces, de alguna manera (de la manera como sólo un
puerto) los oculta, los protege. Pero también, por supuesto, llegaron
cesantes “honestos” en busca de mejores posibilidades de trabajo (recordemos
nomás la cantidad de desocupados que llegó del norte con el cierre de las
salitreras, con ellos se poblaron cerros enteros). |
|
“Muchos
llegaron al Puerto |
a pasar
dos o tres días |
y se
quedaron anclados |
por el
resto de su vida |
|
Hay
otros que se preguntan |
ni ellos
mismos se dan cuenta |
qué
tiene Valparaíso |
me
sujetó las chancletas |
|
Yo que
era re’ santiaguino |
y me
quedé aquí en la orilla |
tengo
una linda porteña |
y estoy
lleno de familia |
|
(Advis,
1997: 40). |
|
Una de las cosa que asombra en el porteño en general y particularmente en el
sujeto popular es el valor que le asigna al hecho de ser de acá, de haber
sido nacido y criado en este ambiente porteño. Es normal oírlos decir “amo
este puerto”, “es el más lindo”, “como Valparaíso no hay otro”, etc. Más allá
de juzgar si tienen razón o no, lo cierto es que en el porteño se ha
arraigado una suerte de chovinismo muy particular, en el que incluyen
mujeres, clima, playas, cerros, el “Wanderito”!!, por supuesto, y otros como
mariscos, incluso la calidad de las personas. Se le suelen atribuir a los
porteños los rasgos esos con que el chileno recibe
al amigo cuando es forastero... |
|
“Soy del
puerto soy porteño |
de
Santiago santiaguino |
de
Quillota quillotano |
de Los
Andes soy andino. |
|
Del
puerto aquí a Santiago |
doscientas
leguas |
tengo
una casa grande |
para mi
suegra |
|
para mi
suegra, sí |
y al
otro la’o |
unos
cuartos de paja |
pa’ mis
cuñaos. |
|
La que
no tocó na’ |
fue mi
cuña” |
|
(Claro
et al., 1994: 527)(67). |
|
El viejo popular del Puerto es un viejo zorro, conoce la vida, sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Conoce
sus calles, su gente, las mejores picá, las peores. Tiene amigos en todas partes, lo conocen en el
barrio puerto como en el Almendral, en todos los cerros ha tenido amigos y
amores, y ha trabajado en todos los oficios. Su pequeño gran mundo son las
calles, las plazas, los bares... En el fondo un viejo canchero: |
|
“Yo soy
dueño del Barón Escuchar |
porque
soy un caballero |
trafico
por Calaguala |
y bajo
por Los Lecheros |
|
Las
calles principales |
que yo
trafico |
son la
estación del puerto |
con San
Francisco |
|
Con San
Francisco, sí |
la plaza
Echaurren |
la
avenida Argentina |
y el
puente Jaime |
|
Los
Placeres y Playa Ancha |
y fueron
mis canchas” |
|
(Claro
et al., 1994: 528)(68). |
|
Aquí viene otra que apunta más a su condición de gigoló: |
|
“Yo
crucé los siete mares |
tiré
anzuelo en cada puerto |
y a las
mujeres bonitas |
supe
darles cumplimiento |
|
Tuve
ricas mulatas |
lindas
francesas |
una
geisha en Hong-Kong |
y hasta
princesas |
|
Hasta
princesas, sí |
pa’
compromiso |
hay más
lindas en mi puerto |
Valparaíso |
|
Por eso
tiré el ancla |
en mi
Playa Ancha” |
|
(Advis,
1997: 77)(69). |
|
Pero esta vida de juerga en juerga de boliche en boliche viene ciertamente a
desmitificar aquella ideas de que el roto
chileno es bueno para el trabajo, de que es
un hombre esforzado, y queno le agacha el moño a
nadie para el yugo, mi apreciación en realidad es
que este dueño del Barónes más bien un tipo medio flojazo, acostumbra a dormir hasta muy tarde y luego sale, baja al
plan, para volver finalmente en uno o varios días más: |
|
“Levántate
flojo del diablo |
y hasta
cuando estay encama’o |
parecí
sa’ gallina clueca |
te
pasa’i el día echa’o |
|
Cuando
toma’i un chuzo |
con una
pala |
hay que
darte una friega |
por la
semana |
|
Por la
semana, ay sí |
hácele
empeño |
te
nombran el trabajo |
te baja
el sueño. |
|
Hay que
quitarte el sueño |
caramba
hácele empeño” |
|
(Núñez,
2001: 11)(70). |
|
Mas, su empeño está puesto en otro lado. |
Hemos dicho ya que el Puerto es el lugar donde se acude a festejar. Y la
cueca representa una actividad colectiva y marcada por el sentimiento
afectivo de quienes la interpretan. Se debe entregar todo al cantarlas, el
ser completo de sus intérpretes se vuelca en ellas. De alguna manera esto
exige una actitud parecida para quienes la bailan o simplemente la escuchan.
Encarnan al ambiente completo. Desgarran toda la vitalidad de un mundo popular:
duro, de esfuerzo, donde todo se siente, se hace y se vive apasionadamente.
Sin matices. |
|
“Cuando
quiero, quiero firme |
cuando
olvido, olvido recio |
cuando
me quieren dejar |
antes
que me dejen, dejo |
|
Toma
este pañuelito |
y ábreme
el pecho |
y veras
tu retrato |
caramba
que está bien hecho |
|
Qué está
bien hecho, ay sí |
caramba
mira pal´ cielo |
y verás
tu retrato |
caramba
de cuerpo entero. |
|
Por
mirar tu retrato |
caramba
casi me mato” |
|
(Núñez,
2001: 12)(71). |
|
El sujeto perteneciente a esta
cultura popular porteña ama de cuerpo entero. Para él el amor es un
sentimiento que invade todo su ser y lo demuestra con la figura de un pecho
que se abre y un corazón que se desgarra y se desangra. La viveza y
naturalidad de su pasión es de un rojo intenso, profundo. Es un sentimiento
fuertemente arraigado en la carne. Contrario, cierto, al discurso romántico
ese donde priman más las ideas que la acción, donde se construye un mundo
ideal, suprahumano, etéreo. Se superpone una imagen de bellaza propia de la
estética burguesa. Aquí por el contrario los sujetos son portadores de un
realismo asombroso y extremo. No hay cabida para cuestiones intermedias, es
sí o sí: |
|
“Si
quiere escuchar cueca Escuchar |
cantarla
como Dios manda |
vamos
p’al puerto, |
vamos
p’al Nunca se Supo |
que las
cantan con el alma |
vamos
p’al puerto. |
|
Piano,
acordeón y viola |
y con
pandero |
la
pareja no empaña |
en un
ambiente que es dieciochero. |
|
Bien
dieciochero, ay sí |
hay
alegría en el Nunca se Supo |
de noche
y día |
vamos
p’al puerto. |
|
Cantan
la cueca en grupo |
en el
Nunca se Supo” |
|
(Núñez,
2001: 13)(72). |
|
Estamos por lo visto frente a todo un mundo, de cara a una cosmovisión que
está siendo relatada por medio de un lenguaje distinto, marginal —el “coa” —.
Un lenguaje cargado con mucha picardía y con el escepticismo propio del choro, un modo de ver la vida de
quien ha tomado distancia de ciertas normas y valores sociales: |
|
“De a
poco me fui metiendo |
en esa
vida de bohemia |
y era
mejor en la noche |
es
cuando las papas queman” |
|
(Advis,
1997: 25). |
|
Hay en quienes participan de este mundo bohemio y marginal una actitud que no
es para nada conciliatoria, no buscan ser aceptados por los estratos
ilustrados, al revés, se burlan de ellos. Pero también desconfían de ellos y
esa desconfianza la simbolizan en una forma de ser y de hablar que guarda
celosamente los códigos de una vida hecha al margen, delictivamente, por eso
requiere ser dicha pero solo para ser entendida por unos pocos, de
manera camuflá’. |
Pero no sólo eso, y es que el hombre popular del Puerto también valora otras
cosas, situaciones que tienen que ver más con su cotidianeidad y con su mundo
real y concreto, inmediato. Con las cosas simples de la vida más que con
abstracciones que no le pertenecen y que no entiende ni quiere entender. En
este sentido, la amistad viene a ser uno de los lazos societales que más se
valora, cobra un valor trascendental en estos grupos populares. Afecto que
exige total retribución por parte de sus integrantes, y donde se guarda
celosamente el compromiso fraterno de lealtad y respeto. ¿Y esto no se deberá
acaso al hecho que, como han sido toda la vida pobres, aprenden desde muy
niños que de lo único que son absoluta y realmente dueños es de su palabra?
El cumplimiento en la palabra empeñada para estos porteños es la
condición sine qua non con
la cual pueden ser aceptados y participar así de esa vida de goce y de placer
que se vive en grupo: |
|
“En el
grupo el cual me junto Escuchar |
que
recién estoy conociendo |
hablan
de pulentería |
y de
jergas que no entiendo. |
|
El
flaite con el piola |
el
mechero, la polenta, |
el
espiante la yuta, |
y la
blanca de la h’uena. |
|
Y de la
h’ena, ay sí |
de clavo
y mecha |
el
salame y el ñeleco (?) |
caramba
y el estafeta. |
|
De
quirusa Manolo |
caramba
que gire el loro” |
|
(Núñez,
2001: 14)(73). |
|
|
El que habla aquí, qué duda cabe, es el hombre guapo vividor de las noches de bohemias, el choro flaite del puerto. O este otro
que una vez cometido sus delitos ordena a su mujer: |
|
“Le
tengo dicho a mi negra Escuchar |
que si
me llegan a encanar |
que
sufra y tenga paciencia |
hasta
cumplir la condena |
|
Le tengo
dicho a mi negra |
a mi
negra le he dicho |
si caigo
en cana |
que me
lleve la vianda, |
la
sobrecama, ay morena. |
|
La
sobrecama, ay sí |
caramba
yo soy monrero |
donde
meto la mano |
saco
dinero, ay morena. |
|
Yo soy
un roto con tino, |
caramba
salgo al camino” |
|
(Núñez,
2001: 15)(74). |
|
En ambos casos está el reflejo de esos hombres y mujeres que arman su vida
—como decíamos más arriba— al margen de la ley, ya sea robando, traficando,
drogándose; como sea son sujetos que toman cierta distancia de las normas,
los hábitos y las costumbres que hace el común de la gente, los normales. A propósito, Benjamin, por
medio de un estudio que hace de la obra de Baudelaire, descubre que la ciudad
actual representa el lugar donde “se hallan los lados inquietantes y
amenazadores de la vida urbana”, y en que la masa aparece a través de tres figuras. La primera de ellas
es La conspiración, que se materializa en torno a
la taberna y es donde, citando a Jesús Martín-Barbero nuevamente, |
|
“se
cuece la rebeldía política, sobre él convergen y en él se encuentran los que
vienen del límite de la miseria social con los que vienen de la bohemia, esa
gente del arte que no tiene mecenas pero que todavía no ha entrado en el
mercado. Su lugar de encuentro es la taberna (...) donde todos están en una
protesta más o menos sorda contra la sociedad (...). Por ahí, por “su vaho”,
pasa una experiencia fundamental de los oprimidos, de sus ilusiones y sus
rabias” |
|
(1987:
60). |
|
Si bien esto dice relación con un tema mucho mayor, el del drama moderno que afecta al
hombre actual en su conjunto, para el caso nuestro cuando lo que nos interesa
es dar con una imagen con nos acerque a la identidad de este sujeto popular
que vive en estos sectores y para lo cual contamos, entre otras cosas, con
estas letras de cuecas que fueron quedando en la memoria de los viejos que
realmente vivieron esta época, preferimos limitar el tema a este puro
contexto, y si se puede, desde aquí ampliarnos a una mirada que nos permita
entender los problemas que afectan a las sociedades o comunidades urbanas
actuales. Este sujeto particular se describe
así: |
|
“Soy
chiquillo de la orilla ay tiqui, tiqui Escuchar |
precioso
estuve en canela, ay nina, nina |
por
pegarle una palmada ay ti... |
a un
choro por revolverla ay nin... |
|
Si fue
por revolverla |
le puse
peso a la nomá |
y una
pifia en el paño |
cargó
con la mansa bronca |
|
La mansa
bronca, ay sí |
no me
‘aurisma’ el garabato |
la
chanfaina en la oreja |
la llevo
porque soy guapo. |
|
Le abro
la guata al chancho |
naniná,
yo soy de Pancho” |
|
(Núñez,
2001: 16)(75). |
|
El mundo delictual atraviesa la vida de muchos de estos sujetos populares. En
un ambiente donde se nace y se muere pobre, donde se va a la escuela —si es
que se va— sólo a aprender el silabario, donde los días son noches y donde se
vive es a las orillas de la urbe, se produce un caldo de cultivo propicio
para que de entre esas gentes emerjan las más variadas profesiones delictuales,
bandidos de toda calaña: asesinos voluntarios y a sueldo, ladrones, lanzas, cogoteros, traficantes,cafiches, usureros, matones,
contrabandistas, etc. de todo lo imaginable ha producido el barrio puerto,
desde el Emile Dobous hasta asaltantes de bancos o ladrones de ganado (como
aparece por ejemplo en la película Valparaíso,
mi amor, de Aldo Francia). Como sea al final casi
siempre los atrapan y deben pagar sus culpas en la que fue la famosa Cárcel
Pública: |
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“De la
flor de la violeta |
voy a
ser un canastillo |
pa’
llevárselo a mi amada |
que se
encuentra en el presidio |
|
De la
flor de la violeta |
el
presidio del Puerto |
caramba
y es muy penoso |
caen
ricos y pobres |
caramba
y al calabozo. |
|
Al
calabozo, ay sí |
caramba
y el juez decía |
pásenlo
pa’ la cana |
caramba
por 21 días. |
|
No me
pasen pal’ frente |
caramba
soy inocente” |
|
(Núñez,
2001: 17)(76). |
|
Cuando me referí a los oficios delictuales hay uno que merece que nos
detengamos un momento antes de terminar. Cuentan los viejos de La Isla de La
Fantasía que por ahí por los años 50 era famoso el contrabando de licores que
se perpetuaban un poco más adentro del muelle. Incluso haciendo memoria el
mismo Manuel Rojas en Lanchas en la Bahía le asigna a su protagonista el
trabajo de (¿...?), tiene un nombre, pero la cosa es que hace guardia de
noche en las lanchas para evitar que los contrabandistas saqueen los barcos
que cargan licores. (Hay una parte en que se muestra al personaje triplemente
afligido. Casi muerto de frío, con un sueño que los devora y con el temor
permanente de ser atacado por los piratas). Término con esta anticueca que
rememora aquellos años en que los viejos fueron contrabandistas: |
|
“Va
llegando barco al muelle |
los
piratas se preparan |
para
hacer una quitada |
a las
cuatro e’ la mañana |
|
Va
llegando barco al muelle |
la vida
del pirata |
caramba,
es un caudillo |
el que
no muere a bala |
caramba,
muere a cuchillo. |
|
Muere a
cuchillo, sí |
caramba,
contrabandista |
si la
mar te la da |
caramba,
la mar te la quita |
|
Bajemos
a la aduana |
caramba,
y en la mañana” |
|
|
(Núñez,
2001: 18)(77). |
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NOTAS |
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(1) Se trata del sector desde el sur de la Plaza Echaurren
hacia los pies de los cerros Santo Domingo, Toro y Cordillera, entre las
calles Clave, Cajilla, San Francisco y Santiago Severín. En este microespacio
social permanecen todavía algunos bares, cabarets, hoteles y fuentes de soda
que por su actual estado de deterioro y ubicación están al margen de la
ciudad. Entre los más característicos se halla El Rancho del 7 Machos, el
Nenita, el Clara, el Industrial, Los portuarios, el Wanderino, Los Carlos y
el Liberty. Aquí funcionó La Cuadra, uno de los cinco sectores en que se
dividió la “bohemia porteña”, famosa por la agitada y licenciosa vida popular
que caracterizó al Puerto desde más o menos 1820 hasta 1973. Casi ciento
cincuenta años en que va teniendo distintas y variadas etapas de menor o
mayor desarrollo. Destacables son las últimas décadas del siglo XIX y los
primeros, los cincuenta y los sesenta años del siglo XX todo lo cual, sin
embargo, terminó abruptamente, hasta exterminarse casi por completo, en
septiembre de 1973, con el golpe militar. |
(2) Concepción que en un espectro más abarcador “incluye el sistema
de valores, ideas y creencias que explicitan los comportamientos sociales, o,
si se quiere: el sistema de reglas que sostiene la generación de sentidos y
significados colectivos”. Se trata ésta de una definición amplia con la cual,
según B. Subercaseaux, CENECA, desde sus inicios trabaja. Revisar, Historia, literatura y sociedad. Ensayos de hermenéutica
cultural. Ediciones DOCUMENTAS, CENECA y CESOC,
Santiago, 1991, p. 202. |
(3) Aun cuando bar y taberna parecen ser lo mismo, no lo son. Bar
deviene de ‘barra’, mueble que sirve para apoyar lo que se bebe de pie, en
cambio, ‘taberna’ (chingana, quinta de recreo o restoranes) apunta a un lugar
público donde además de bebida hay comida. Lo que supone, primero, un espacio
más amplio y, segundo, donde se pasa y se convive más tiempo. Lo cierto es
que el término más correcto para lo que me estoy refiriendo es el de taberna,
pero considerando el uso que en general en nuestra sociedad le damos, los
usaré indistintamente. |
(4) Quizás la única y más emblema excepción al respecto lo
representa Violeta Parra que con su intensa labor de folclorista e
investigadora ocupó un espacio importante en los medios radiales y
universitarios, el que culmina finalmente con la invitación y posterior
exposición de su obra en el Museo de Louvre de París en año 1961. No
obstante, J. J. Brunner, por ejemplo, niega derechamente la existencia
de una cultura popular. Usando tramposamente las conceptualizaciones que Gramsci hace de ‘hegemonía’ y
de los estatutos que definen cultura, la cultura popular, según él, “es
ser una no-cultura”; no tiene ni contenido ni forma. No existe. Ver, Un espejo trizado: ensayos sobre cultura y políticas
culturales. FLACSO,
Santiago, 1988, p. 161. |
(5) “Plaza O’Higgins y Almendral”. Gran parte del material con que
se trabaja aquí corresponde al conjunto de cuecas que me otorgó el músico porteño Aliro
Núñez, quien lleva algún tiempo ya indagando sobre las cuecas populares
urbanas de Valparaíso. Además es co-gestor del proyecto “La Isla de la
Fantasía” que el año 2001 se adjudicó un Fondart por el registro de una serie
de cuecas que están en peligro de perderse. En adelante Núñez, año y un
número por cada cueca. |
(6) De lo que se trata, en este caso, es de entender el problema
como parte de un fenómeno social mayor, y que tiene que ver en resumidas
cuentas con la cuestión de la “modernidad latinoamericana”; y toda la
discusión que al respecto se ha generado. |
(7) M.
Carmagnani, La Gran Ilusión de la Oligarquía. Estado
y Sociedad en América Latina. Crítica, Barcelona, 1984, p.
9. |
(8) Esta reacción nacionalista se apoya sin embargo en
algunos hechos determinantes de nuestra historia nacional. A saber, en el
plano internacional, lo que significó para Chile el triunfo sobre la
Confederación Perú-boliviana; en el político, la era posportaliana significó
la apertura hacia la democracia y la libertad; se suma a esto todo el fervor
intelectual y cosmopolita que impregnó el campo cultural y social de la vida
pública nacional. Véase, al respecto, B. Subercaseaux, Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Tomo I, “Cultura y sociedad liberal en el siglo XIX”.
Aconcagua, Santiago, 1997, pp 55-62. Por otra parte, vale destacar que este
proceso de nacionalización que emprenden la elite social y el Estado después
de las primeras décadas de la Independencia, presenta dos posturas en
permanente disputa: por un lado, el liberalismo republicano y jacobinismo —de
corte idealista— y, por el otro, una postura posibilista y organicista —de
corte realista, pragmático—. Según Subercaseaux, en esta dicotomía estarían las
bases de los dos regímenes políticos que han caracterizado nuestra historia
republicana: la democracia y el autoritarismo. Leer, “Caminos interferidos:
de lo político a lo social. Reflexiones sobre la identidad cultural”,
En Estudios Públicos,
Nº 73, 1999, p. 157. |
(9) L. Bethell (ed.), Historia
de América Latina. “Ideas políticas y sociales en
América Latina, 1870-1930”. Cambridge. University Press y Crítica, Barcelona,
1990. |
(10) A. Rama, Rubén Darío y el
modernismo. Alfadil Ediciones, Caracas, 1985. Así
también los autores que hablan de una modernidad ‘heterogénea’, ‘híbrida’,
‘barroca’, ‘incompleta’, etc., para referirse al modelo particular que adoptó
Latinoamérica. Entre los cuales están Habermas, Paz, Morandé, García Canclini
y otros. |
(11) Santiago Lorenzo et al., Vida,
costumbres y espíritu empresarial de los porteños —Valparaíso en el siglo
XIX—, Instituto de Historia, serie Monografías Históricas,
Universidad de Valparaíso, 2001, Nº 11, p. 13. |
(12) Después se verá que esta distinción hecha entre Valparaíso y
Santiago puede ir más lejos todavía, llegando incluso a establecerse una
diferencia importante entre “una ciudad donde se trabaja” —Santiago— y “una
donde se recrea, se festeja” —Valparaíso—. Distinción que resulta más
importante aún cuando damos cuenta que estos dos factores están presentes
dentro de la misma ciudad de Valparaíso. |
(13) Baldomero Estrada et al., Valparaíso.
Sociedad y Economía en el siglo XIX, UCV,
Valparaíso, 2000. |
(14) En el fondo lo que propone G. Salazar es la creación de una
nueva historiografía de carácter popular que impulsa la proyección universal
de esa identidad. Esta postura —a juicio de Larraín— bordea el idealismo. En
otras palabras, lo que intenta Salazar es buscar y privilegiar otro sujeto,
distinto a esos “hombres ejemplares” que levantaron un sistema nacional
clásico y que luchan por preservar su estabilidad. En la medida que lo
identifica (para él es ese/a hombre/mujer del “bajopueblo”), lo valora negando la existencia del otro, diciendo
que ahí está
la historicidad del país, desde ahí, según él, se puede hacer una nueva
historia. Pese al radical y aparente esencialismo con que el historiador
aborda el problema, es innegable sin embargo el inmenso aporte que hace en el
sentido de entender la identidad chilena desde otra mirada, inversa a los
modelos tradicionalmente establecidos, lo que no quita pues —pese a todo—
reparar en la connotación que puede llegar a tener el adjetivo “bajo” que,
por lo demás, tanto eco ha producido en las nuevas camadas de historiadores
cercanos al tema. Revisar, en estos casos, de G. Salazar: Labradores, peones y proletarios. LOM,
Santiago, 2000; “Chile, historia y ‘bajo pueblo’”, En Proposiciones, Nº 19, (julio, 1990),
Sur, Santiago, pp. 7-16; y con J. Pinto, Historia
Contemporánea de Chile I, Estado, Legitimidad, ciudadanía. LOM, Santiago, 1999, p. 147. Y de J. Larraín, Identidad chilena, LOM, Santiago, 2001, pp.
172-179. |
(15) “Un paco me llevó preso” (anónima). |
(16) “Apenas te toma’i” (anónima). |
(17) Al respecto, revisar algunos trabajos que abordan el tema de lo
cotidiano en la vida moderna, entre otros, G. Lefebvre, La vida cotidiana en el mundo moderno.
Alianza Editorial, Madrid, 1972; M. Maffesoli, “El ritual y la vida cotidiana
como fundamento de las historias de vida”, En Marinas y Santamarina,
(eds.), La historia oral: métodos y
experiencias. Debate, Madrid, 1993; N.
Lechner, Vida cotidiana y ámbito público en
Chile. Documentos de Trabajo, Nº 103, FLACSO,
Santiago, 1980 y P. Aravena (ed.), Miseria de
lo cotidiano. Universidad de Valparaíso,
Facultad de Humanidades, 2002. |
(18) Las
ideas de W. Benjamin resultan trascendentales para este estudio en un doble
sentido. Primero, por no creer en la totalidad como portadora de la verdad
histórica: apuesta por las ruinas, por el fragmento, por los desechos. Su
lugar son los márgenes. Se trata de una sensibilidad de conciencia no
centrada, puntillista, que es capaz de percibir el problema desde todos los
ángulos. Esencial en esta percepción es el método a través del cual Benjamin
“hace hablar” a esas ruinas y que es la manera como la sensibilidad —el sensorium— de una época percibe
el mundo. La segunda, al retratar la ciudad moderna, descubre que la sociedad
aparece a través de tres “figuras”, una de las cuales es la conspiración, que
se materializa en torno a la taberna. De esta manera, lo que en ella se da,
representa un modo de resistencia frente al tipo de vida que se está llevando
a cabo en las grandes ciudades. Ver, para el caso, J. Martín-Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y
hegemonía. Gustavo Gili, México, 1987, pp.
49-63. Además, B. Sarlo, Siete ensayos
sobre Walter Benjamin. FCE, Buenos Aires, 1994. |
(19) Debo decir que el enfoque con que se abordará a la cultura
popular en este estudio corresponde a un conjunto de ideas sostenidas sobre
la base del “descubrimiento” y “rescate” en las últimas décadas de las ideas
de Gramsci respecto a lo popular, de manera muy especial, el tratamiento que
le da al concepto de ‘hegemonía’, como algo que no está sino que se hace y rehace,
y al de folklore, como cultura popular, subalterna, como concepción del mundo
y de la vida en contraposición de la cultura oficial, culta, docta; como
contracultura. Leer, al respecto, A. Gramsci, El
materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Nueva Visión, Buenos Aires, 1973. Así como lo señalado por J.
Martín-Barbero, Op. Cit., p. 85 y por N. García Canclini, Las culturas populares en el capitalismo. Nueva Imagen, México, 1982, p. 23. |
(20) Véase, de L. A. Romero: “Los sectores populares urbanos
como sujetos históricos”, EnProposiciones, Nº 19, Sur, Santiago, 1990, pp. 268-278. En él se refuta
tanto la lectura romántica esencialista de las culturas populares como las
que lo niegan, aquellas que las perciben como “una variante degradada de la
cultura de elite”. Por el contrario, reafirma su existencia, en el conflicto,
en la coexistencia y como impureza. |
(21) Epistolario. Vicente Huidobro
y María Luisa Fernández de Huidobro, Santiago,
DIBAM-LOM, 1997. (Escrito por Vicente Huidobro a Salvador Reyes desde París,
en 1924), En B. Subercaseaux,Chile o una loca
historia. LOM, Santiago, 1999, p. 31. |
(22) “...cuyos elementos principales arrancan desde la época
colonial, desde la tradición colonial española, especialmente en sus aspectos
de ganadería y artesanía que se relacionan con formas específicas de la
sociabilidad”. Según la misma tesis de Salazar que trata J. Larraín, esta
cultura oligárquica de la elite posee un carácter mercantil, fuertemente
influida por la cultura europea y norteamericana, lo que la hace de algún
modo “ser coherente, pero el costo de su coherencia interna es su desarraigo:
tiene un carácter imitativo y carece de originalidad e imaginación creativa”.
Este carácter para Larraín que viene a dicotomizar a ambas culturas en una
creativa y en otra imitativa vendría, según Salazar, “a ser crucial para el
problema de la identidad porque ésta, naturalmente, sólo puede encontrarse en
lo que es genuinamente propio de un pueblo, no en la copia. Sólo una cultura
creativa puede aspirar a construir una verdadera identidad de una nación”.
Sin duda estamos frente a un juicio radical por parte de Salazar al señalar
que la creatividad está absolutamente ausente en las clases altas y se
concentra en el ‘bajo’ pueblo. En J. Larraín, Op. Cit, p. 173. |
(23) Esto dice relación con lo que señala B. Subercaseaux en
cuanto a que en Chile, en comparación a otros países del continente, habría
un “déficit de espesor cultural de carácter étnico y demográfico”, que no
niega su riqueza cultural; lo que sucede es que ha sido interferida por las
políticas de la elite impidiéndole su libre circulación y evitando a la vez
su mezcla y diversidad. Lo que conlleva finalmente a su debilitamiento, e
incluso, a su extinción. Para el caso que nos ocupa todo apunta a que, al
menos en esta realidad específica, no habría dicho ‘déficit’, y esto porque
hubo un capital cultural socialmente circulante que no permaneció quieto,
estancado; la vida y tradición cultural del Puerto ha posibilitado su
enriquecimiento y diversidad. Respecto a lo primero, léase, de B.
Subercaseaux, “Caminos interferidos: de lo político a lo cultural.
Reflexiones sobre la identidad cultural”. En Estudios
Públicos, 1999, Nº 73, pp. 149-163; y Chile o una loca historia, LOM,
Santiago, 1999, pp. 57-63. |
(24) “Autobiografía”, En Luis Advis, Nano
Núñez. Poesía Popular. SCD. En adelante Advis, año
y número de página. |
(25) “Vamos niños a tomar”. Cueca parte de la recopilación hecha por
Claro y otros: “Cancionero chileno” en Chilena
o Cueca tradicional de acuerdo con las enseñanzas de de don Fernando González
Marabolí, Ediciones Universidad Católica de Chile,
Santiago, 1994. En adelante Claro et. al, año y número de página. |
(26) Véase M. Foucault, “Los anormales”, En La vida
de los hombres infames. Ensayos sobre dominación y desviación. Piqueta, Madrid, pp. 61-66. |
(27) La
escuela es una institución que disciplina a una parte importante de la
población sometiéndola a una socialización intensiva y sistemática de una
cultura normada. Al aislar a los niños de la sociedad contribuye a
disciplinar a la población: moral, afectiva e identitariamente. Con la
modernidad, luego, adquiere un rol fundamental en la transformación de las
bases sobre las cuales se asienta la cultura, su transmisión y organización.
Expande además una conciencia nacional difundiendo la lengua dominante del
Estado, la literatura del país y socializando un sentido de historia y de
identidad nacional. Pero al mismo tiempo se hará cargo de difundir una
cultura moderna organizada de acuerdo a una concepción burguesa de mundo. La
escuela, por último, lucha contra el folklore, contra las tradiciones propias
de los pueblos (su moral, su religión, su sentido común) para imponer una
cultura que transmite una concepción de mundo moderno. La cultura popular,
entonces, con el poder de la escuela, queda subsumida en la categoría
de folklore, que será por
tanto necesario combatir, superar. Ver, al respecto, A. Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce.
Nueva Visión, Buenos aires, 1973, p. 58. |
(28) Véase
M. Augé, Los “no lugares”. Espacios del
Anonimato. Una
antropología de la sobremodernidad. Gesida,
Barcelona, 1993, pp. 82, 83 y 86, respectivamente. |
(29) Como
señala T. Moulian, al estar la cultura cotidiana del Chile Actual penetrada
por la simbólica del consumo, la identidad del Yo se construye a través de
los objetos y que ello hace que se pierda la distinción entre “imagen” y ser.
Revisar, Chile Actual. Anatomía de un mito, LOM-ARCIS, Santiago, 1998, p. 109. Entonces si las
identidades nacionales ahora son construidas a través del consumo —como
espacio simbólico cultural propio del capitalismo—, desde esta práctica
habría entonces una posible salida a la crisis identitaria que afecta a los
sujetos modernos. García Canclini sostiene que como se acabaron las
‘revoluciones’ estamos ahora en la etapa de las ‘negociaciones’, como vía
para solucionar los problemas sociales; lo cual quiere decir que, en el caso
de los sujetos populares, ¿la actitud que deberían adoptar sería la del
consumo?, a fin de negociar desde allí sus desigualdades sociales y
culturales. Al respecto, leer, N. García Canclini, Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la
globalización. Grijaldo, México, 1995. |
(30) Esta
es la imagen que de alguna manera describe a la ciudad moderna, como un lugar
del desarraigo, la nostalgia, lo marginal; “donde habitan seres gastados por
la modernidad”. En P. Lemebel, 12 crónicas urbanas. El mundo al instinto ediciones, Santiago, 2001, p. 9. |
(31) Según
B. Pastor el discurso colonial sobre Chile es una sugerente mezcla sobre el
discurso de la hazaña y la del fracaso. La presencia constante de una
naturaleza inhóspita, la estigmatización de que era una tierra infamada, la
existencia de un adversario natural jamás rendido, las distancias, las comunicaciones, las incesantes lluvias,
etc., etc., arman una visión de Santiago —y de otras ciudades— como aquel
territorio donde habrá que mezclar el “trabajo de la guerra” con el de “las
manos” para poder
sobrevivir, es decir, no basta sólo con conquistar sino que también habrá que
trabajar la tierra, construir casas, utensilios. Por eso, este sector de
Valparaíso, y en general los principales centros urbanos de este país, pueden
ser vistos como lugares que para ser habitables primero deben ser
planificados (es decidora la imagen aquella en donde aparece Valdivia
revisando los planos de la ciudad, trazando las arterias principales al lado
del Mapocho), después construidos y finalmente habitados, lo que no pasa con
el “barrio puerto”; la imagen es la de una lugar que se fue
construyendo así nomás, espontáneamente y sin previo aviso. De ahí el desorden
arquitectónico, la estrechez de sus calles, los problemas viales, etc., etc.
Revisar, al respecto, B. Pastor, Discurso
narrativo de la conquista de América. “Introducción”.
Casa de las Américas, 1983; y, Valparaíso: un
sueño que abre paso en el tiempo. Cinco miradas a su arquitectura. Universidad Mayor, Santiago, 2000, p. 76. |
(32) “Valparaíso
es el contrapunto de Santiago, representa la economía nacional en expansión,
el progreso basado en el comercio, el bienestar y el desarrollo cultural; la
apertura y la tolerancia frente a los extranjeros y sus ideas diferentes. La
cultura cosmopolita del puerto se opone a las tradiciones de la sociedad de
Santiago, sobre todo en materia religiosa”. En Luis Mizón, Claudio Gay y la formación de la identidad cultural chilena. Editorial Universitaria, Santiago, 2001, pp. 40-41. Por otra
parte, se señala que “la elite cosmopolita porteña le pone al sello a la
sociedad, determina que se viva una nueva experiencia histórica, que se
adopten nuevos hábitos y costumbres (“que no se advierten en el resto del
país”) y se avance en la modernización de la ciudad y del país”. En Lorenzo
et al., Op. Cit., p. 9. |
(33) Maximiliano
Salinas, En el cielo están trillando. Para una
historia de las creencias populares en Chile e Iberoamérica. Editorial Universidad de Santiago, (?), p. 176. |
(34) Se
dice que fueron tres los factores que de a poco fueron minando la “bohemia
porteña”. El primero fue la modernización y tecnologización del puerto mismo,
el trabajo que se hacía en días, pasó a realizarse sólo en horas. Esto
implicó obviamente que la cantidad de marinos mercantes —que eran parte
importante de la clientela— se redujera considerablemente. Como segunda causa
se cuentan los constantes incendios que terminaron arrasando con gran parte
de los locales, y por último, el toque de queda impuesto por la dictadura vino a poner el punto final de
esta depresión continua en que estaba cayendo la vida nocturna. Ahora bien,
pese a que esto fue efectivamente así, por otra parte, quiero intentar
demostrar que esa vida popular y bohemia no desapareció por completo, de
alguna manera, todavía la mantenemos. Revisar, P. Aravena (ed.), Op. Cit. |
(35) En
cuanto a esta nueva dimensión que ha adquirido el concepto de “capital social
y cultural”, revisar de B. Kligsberg, Capital
social y cultura. Claves olvidadas del desarrollo.
(Ponencia para Taller: “Desafíos para las políticas sociales en Argentina,
Brasil, Chile y México”). Colección Ideas. Año 2, Nº 7, (Marzo, 2001), y con
L. Tomassini, (comp.), Capital Social y
Cultura: Claves estratégicas para el desarrollo.
Buenos Aires: FCE, 2000. |
(36) “El lunes 14 de
enero del 2001 a las 10.30 horas, en la Academia Diplomática Andrés Bello, se
realizó la Ceremonia de Entrega del Expediente de Postulación de Valparaíso
como Sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO (...), que incluye un Texto
Central, un conjunto de 8 anexos que abundan en los contenidos expuestos en
él, planos y mapas, material fotográfico, videos con largometrajes y
documentales relativos a Valparaíso, discos compactos de multimedia y de
música alusiva a la ciudad, y una gran cantidad de publicaciones que abordan
diferentes facetas de la herencia porteña. El Expediente fue entregado por el
Sr. Agustín Squella Narducci, Asesor Presidencial de Cultura y Coordinador
del Comité Directivo de la Postulación (...)”. En Internet, s/f. |
(37) “...fondo
destinado al disfrute de una comunidad ampliada a las dimensiones
planetarias, y constituido por la acumulación continua de una diversidad de
piezas vinculadas por su común pertenencia al pasado: objetos y obras
maestras de las bellas artes y de las artes ampliadas, trabajos y
productos de todos los saberes y habilidades del ser humano”. Ver, al
respecto, F. Choay, Alegoría del Patrimonio.
Monumento y monumento histórico. Editions du
Seull, Francia, 1992, p. 5. |
(38) Documento
de Trabajo. Informe Final. Seminario Internacional “Conservación y
Revitalización de la Ciudad-Puerto de Valparaíso-Chile”, 11/10/2002. |
(39) “Al iniciarse el siglo XIX, el Puerto comenzó un proceso
de cambios que partieron con el aumento sostenido de la población, situación
que implicó el poblamiento constante de los cerros que rodeaban la Plaza
Echaurren (...) El aumento de la población porteña incidió en una
sobredemanda de terrenos llanos al pie de los cerros, situación que la
fisonomía de Valparaíso por sí sola no podía sustentar. Para revestir esta
necesidad y en un proceso que transformó paulatinamente la planta urbana del
Puerto, aproximadamente en 1850 comenzó un activo proceso de excavación de
las laderas de los cerros (...) El Barrio Puerto y específicamente el sector
donde se emplaza la Iglesia La Matriz, origen del poblamiento de Valparaíso,
fue estancando su crecimiento debido a la aparición de nuevos centros
urbanos, más sofisticados y elegantes, donde residían las clases más
pudientes del Puerto. Los alrededores de la iglesia iniciaron un decaimiento
paulatino, concentrando en dicho sector a los estratos más humildes de la
población porteña, lo que posibilitó el nacimiento de los llamados “sectores
bravos”, conformados básicamente por el mundo de la bohemia: bares,
prostíbulos y cités”. En H. Edwards et al., Monumentos
Nacionales y Arquitectura Tradicional, Edición
auspiciada por ASMAR, RPC y CSAV, (?), p. 6. Además de M. Hinojosa et
al., Recuperación de memorias: relatos orales
del Barrio La Matriz, (Tesis de Periodismo), UPLA,
Valparaíso, 1998, pp. 12 y 13. |
(40) Según
F. Sepúlveda, el área que abarca el patrimonio intangible corresponde a todas
aquellas que no se ven y que permanecen en la oralidad y en la memoria de los
seres humanos. Por otro lado, tenemos los monumentos que serían aquellos
objetos visibles que nos recuerdan hechos o acontecimientos de nuestro
pasado. Aunque es necesario destacar que “cualquier objeto del pasado puede
convertirse en testimonio histórico a pesar de no haber tenido, en su origen,
un destino conmemorativo. A la inversa, todo artefacto humano puede ser
dotado deliberadamente de una función conmemorativa”. Revisar F. Sepúlveda,
“La dimensión filosófica y política del patrimonio cultural” (Exposición).
Seminarios de Patrimonio Cultural de la DIBAM, 1997, p. 70. |
(41) Nunca el desarrollo de un país es completo si no hay una
evolución cultural basada en sus raíces, historia y valores, “sostuvo ayer el Presidente Ricardo Lagos, tras firmar en la
sala de lectura de la Biblioteca Severín de Valparaíso el decreto supremo que
consagra definitivamente el último domingo del mes de mayo de cada año como
el Día del Patrimonio Nacional, documento que también fue refrendado por la
ministra de Educación, Mariana Aylwin”. En Internet, s/f. |
(42) En
cuanto a las ideas que se manejan aquí respecto a patrimonio ver: N. García
Canclini,Culturas híbridas. Estrategias para entrar y
salir de la modernidad. Grijaldo, México, 1990,
particularmente Cap. IV, p. 150. Además de lo extraído del seminario
“Estudios culturales latinoamericanos: J. Martín- Barbero, J. J. Brunner, N.
García Canclini y B. Sarlo”, dictado por G. Rojo en el Magíster de Estudios
Latinoamericanos, Universidad de Chile, segundo semestre, 2002. |
(43) El
relato de vida más que una técnica da cuenta de un enfoque de trabajo. En
este contexto, “El enfoque biográfico nos plantea una paradoja
epistemológica, en el sentido de reconocer en lo singular una vía
privilegiada al conocimiento universal”. En F. Márquez y D. Sharif (eds.)
“Del testimonio al relato de vida”, En Proposiciones, Nº 29, 1999, pp. 7 y 8. Además de G. Salazar, “Ciudadanía e
historia oral: vida, muerte y resurrección”, En la misma fuente, pp.
198-211; de C. Santamarina y J. M. Marinas (eds.), “Historia de Vida Oral”,
Cap. 10, En La historia oral: métodos y
experiencias, Debate, Madrid, 1993, pp. 257-285; y
M. Garcés, La Historia Oral, Enfoques e
Innovaciones metodológicas, Colección Última
Década: “La educación popular de los 90: ¿de la vigencia a la validación?”,
Año Nº 4, marzo, 1996, CIDPA. |
(44) “Yo soy la cueca porteña” (anónima). |
(45) Un trabajo bastante esclarecedor para entender la búsqueda de
esta “otra lógica” es el que realiza Cristina Parker, Otra lógica en América Latina. Religión popular y modernización
capitalista, FCE, Santiago, 1996. |
(46) Violeta Parra, Décimas.
Autobiografía en versos, Editorial Sudamericana,
Santiago, 1988. |
(47) www.cuecachilena.cl, s/f. |
(48) Estos versos escritos por el Nano Niñez dicen claramente cómo
fue la vida en el puerto e incluso nombra a sus protagonistas. El Vitololo,
el Zurdo Bernal y el Cuadra’ito son quienes más se repiten, aparecen en otras
cuecas o en historias de antaño. |
(49) El 11 de marzo del 2000 al asumir Lagos la presidencia se
organizó un acto de gala en el Centro Cultural Mapocho, acudieron varios
artistas entre ellos Los Chileneros, la presentación de estos “escandalizó a
ciertas autoridades por considerarla como expresión de mal gusto, demasiada
urbana para la imagen oficial de la cueca y desconocida en los medios de
comunicación”. La diputada María Angélica Cristo, sin ir más lejos, en la
sesión siguiente de la Cámara de Diputados protestó contra estos “cuequeros que
se alejan de su estereotipo del campo —patrón o inquilino— y que se
visten de terno y corbata...”. C. Araos, Reivindicación
de la cueca brava, En La Nación, Santiago, domingo 23 de
abril de 2000. (Entrevista a Hernán Núñez Oyarce). |
(50) “Por eso es que para entender el
arte del canto a la rueda hay que estudiar el universo, los
tiempos de la naturaleza y las líneas del hombre, porque todas esas piezas o
medidas forman un cuerpo completo y sin que nada se las pueda quitar”.
Palabras de González Marabolí,www.cuecachilena.cl, s/f. |
(51) “Quisiera ser como el perro” (anónima). |
(52) “Ando con el cuerpo malo” (Segundo Zamora). |
(53) “Yo te dije varias veces” (anónima). |
(54) “Las quintas de San Roque” (Elías Zamora). |
(55) “La Sangre y la Esperanza”, una de las novelas más
representativas de la “novela social” o la llamada Generación del 38. |
(56) Vale la pena además señalar que la facilidad con que los
narradores naturalistas chilenos se adscribieron al programa literario del
positivismo, se explica tanto por el carácter documental de la obra, como por
su sensibilidad ético-denunciativa que ha sido reiteradamente vinculada a una
postura reivindicadora del mundo popular y a una representación crítica del
espacio oligárquico. Percibido como un espíritu de época, la actitud de
compromiso que los novelistas vuelcan en sus obras con los sectores marginados
de la sociedad ha llevado a valorarlas en función de su carácter testimonial
de la miseria e injusticias a que se ve sometido el obrero, el campesino o el
habitante de los sórdidos arrabales de la ciudad. Walter Fuentes, La novela social en Chile (1900-1925) ideología y disyuntiva
histórica. Institute For The Study of
Ideologies and Literature. Minneapolis, 1990, pp. 11-18. |
(57) “Prólogo”, En El Roto, 1996 (1ª ed. 1920), p. 5. “Edwards Bello al situar al roto
dentro de un ambiente de degradación extrema, de seres bestializados por la
pobreza, nos hace pensar que su mirada estaba deformada por los esquemas del
naturalismo, de modo que la imagen rotesca de estos naturalistas es la de un ser bestial,
animalesco. Edwards Bello trató de verlo objetivamente, pero no tenía la
mirada para hacerlo porque pertenecía a una clase social muy distanciada. En
general, esta es la concepción que los positivistas tienen del roto (no
olvidemos que el positivismo fue una ideología que afectó principalmente a la
clase media y burguesía, de donde, sin duda, provenía el autor de El Roto)”. Ver, al respecto, Marco
Chandía, “Algunas miradas al ‘roto chileno’ (a través de discursos históricos
y literarios— desde la colonia a la crisis del nacionalismo—)”, trabajo
presentado en el Troncal I del programa Magíster en Estudios Latinoamericanos,
U. de Chile, 2001, agosto, p. 14. |
(58) “La gallina se murió” (anónima). |
(59) “Samba, china, chola” (Nano Núñez). |
(60) En René Millar, Aspectos de la
religiosidad porteña. Valparaíso 1830- 1930, en
Historia 33, 2000, 297-368. |
(61) “La bohemia del Puerto y Viña” (Nano Núñez). |
(62) “Y en la Plaza de la Victoria”. |
(63) “Mañana me voy p’al puerto”. |
(64) “Juanito Orrego” (Nano Núñez). |
(65) En el plano nacional, no deja de ser interesante lo que desde
hace algún tiempo parlamentarios de derecha han estado propugnando respecto a
los días feriados. Cada vez están más empeñados en reducir los días festivos,
eliminando los famosos “sanguches” y centrándose únicamente en dos
festividades: las religiosas celebradas por la Iglesia Católica y las laicas
relativas al sentimiento patrio. Aducen para ello la cantidad de dinero que
pierde el país en un solo día de no trabajo. Pero, ¿quién es el que en
realidad pierde más?, ¿el país? (!!), ¿o no son acaso ellos mismo que como sabemos muchos
comparten su vida de político con la de empresario? |
(66) “De la uva salió la chicha” (anónima). |
(67) “Soy del puerto soy porteño” (anónima). |
(68) “Yo soy dueño del Barón”. |
(69) “Yo crucé los siete mares” (Nano Núñez). |
(70) “Levántate flojo del diablo” (anónima). |
(71) “Cuando quiero quiero firme” (anónima). |
(72) “El Nunca se Supo” (anónima). |
(73) “En el grupo el cual me junto” (anónima). |
(74) “Le tengo dicho a mi negra” (anónima). |
(75) “Soy chiquillo de la orilla” (anónima). |
(76) “De la flor de la violeta” (anónima). |
(77) “Va llegando barco al muelle” (anónima). |
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