En 1756 dio por primera vez pábulo a las lentas impresiones del pueblo de la colonia el viaje del navío de registro llamado el León, por haber fenecido a su bordo y de una manera asaz romántica, uno de los más ilustres presidentes de Chile, don Domingo Ortiz de Rosas, conde de Poblaciones. |
Cádiz aquel barco, fletado para Valparaíso y el Callao con un rico cargamento, el 14 de Diciembre de 1753, y después de haber vendido con provecho sus mercaderías en uno y otro puerto, se hallaba de nuevo en Valparaíso en los primeros días de Abril de 1756, de regreso a la Península, con más de cuatro millones de pesos en oro y en frutos por retornos. Componíase su carga de 3.260,560 pesos en caudales, de 40 mil libras de cacao, 150 mil de cascarilla, 442 de lana de vicuña, 200 de bálsamos medicinales del Perú, 225 de piedras besoares y 742 quintales de cobre y estaño, importando codo cuatro millones y doscientos mil pesos. |
Sucedía que al arribar aquel buque a Valparaíso, el conde de Poblaciones (que fundó tantas como Valdivia) 50 estaba muriendo de años y de achaques, con sincero pesar de toda la colonia, pues fué hombre tan justo que en su residencia no se levantó una sola queja contra su memoria. Pero le salvaron las plegarias de su esposa y su devoción por San José, al decir de una crónica doméstica, poniéndolo en el punto de creerse capaz de un largo viaje no obstante su avanzada edad. Púsose en consecuencia en marcha en los primeros días de Abril y llegó a Valparaíso el miércoles santo 11 de aquel mes. Tres semanas más tarde el León desataba sus anclas, y con los anuncios de un temprano invierno se lanzaba intrépidamente hacia el Cabo.Habiendo salido de Valparaíso el 30 de Abril, el León, contrariado en su marcha por la inclemencia de la estación, no había doblado todavía el cabo a fines de Junio. Tanto era el rigor de la temperatura, que el día 26 de aquel mes fué preciso arrojar agua caliente a su aparejo a fin de maniobrar la jarcia, rígida con los hielos. El anciano conde, a quien los alientos de volver a divisar la patria y su blando suelo habían aconsejado la temeridad deembarcarse en una estación tan avanzada, sucumbió en aquellas latitudes. A las 4 de la tarde del 28 de Junio expiraba casi |
como un blanco sarcófago en una densa nevazón que en esos momentos en capotaba el mar y el firmamento. Seis horas después su cadáver era arrojado a las olas en medio de los gritos de ordenanza de la marinería:-¡Viva el rey! ¡Viva España!. |
Desde aquella fúnebre noche el León tuvo una navegación comparativamente próspera. El 25 de Agosto avistaba las islas del Cabo Verde, y el 11 de Octubre entraba en Cádiz, después de una travesía de cinco meses y once días desde Valparaíso. Su viaje redondo había durado menos de tres años. |
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Queda apenas un gemido, una tenue luz en la leyenda, inmóvil, como una grieta en el mármol, con su fortuna que aún resiste, cargando sus heridas, flaqueando sin soltura, en la ventolera sur, a su negado azar, hacia la escala que desciende. Es el olvido socavando la sortija, y la autoridad con aires de desidia. Es el patrimonio que reclama un gesto, una mirada soslayada, a la ciudad sempiterna que agoniza, es otra noche de luto recostada en la bahía. (Santiago Alonso, agosto 2004)
sábado, 23 de mayo de 2015
Muerte a bordo del buque El León, en Valparaiso
Un último corsario que no fue, en Valparaiso
Desde las atrevidas correrías de Lord Anson en 1741, habíamos cesado de buscar aquellas emociones de piratas y corsarios que hicieron de la vida de ribereños del Pacífico un continuado calvario durante más de un siglo. Más hoy ya no nos sería hallarlas, si hubiésemos de esperarlas, a bordo de piratas y corsarios extranjeros, porque el prosaico comercio, con sus simulaciones y ganancias, iba de ligera reemplazando los cañones por los fardos, los bucaneros por los contrabandistas, la audacia por el alquitrán, y los deslumbradores almirantes del Mar del Sur por los mugrientos alcabaleros de la playa. |
Forzoso nos es desenterrar la vitalidad de nuestra tradición doméstica, ya casi del todo borrada de las playas que tuvo por teatro, y que, la movediza arena que las cubre, el viento a hecho cambiar de sitio o espacio en los espacios. |
La última memoria que haya llegado hasta nosotros de la entrada de un buque enemigo a la rada de Valparaíso en el siglo XVIII (pues Anson se quedó solo a sus puertas), es la vaga que menciona el historiador Gay de un barco holandés de 50 cañones que intentó hacer allí un desembarco por el año 1734. Cuando el presidente interino, don Manuel de Salamanca (que más tarde murió de mercader en Santiago), fue según creemos, padre de la conocida benefactora de cien hombres para desalojarlo, supo que había largado, y en consecuencia, volviose a la capital, prueba de que el incidente no había tenido significación militar de ningún género. Tal vez el buque sospechoso era un simple contrabandista, en demanda no de soldados sino de mansos compradores. |
Desde esa época transcurrieron veintidos años sin que se registrase en la bahía otras novedades que puramente mercantiles de la arribada y partida de los buques de registro. |
Fuente de información: Historia de Valparaíso
Vicuña Mackenna, 1936
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