Se habían combinado en la entretención chilena dos tipos de juegos, los bolos y las bochas. El bolín fue reemplazado por una argolla de hierro bajo la cual debían pasar las bolas; en vez de emplear la mano para las jugadas se usaron mazos de guayacán, llamados sendejos, que servían para sortear las jugadas difíciles.
Los pasos eran, en realidad, los mismos, salvo agregados, entre otros, el juego de las guachas, de donde deriva el aforismo popular de "tirar las bolas a la raya", y que consistía en colocar éstas cerca de la raya sin acertar al aro. Un corrido popular expresa claramente este sentido:
Los que son taúres a las bolas
ey andan de cancha en cancha
a ver si hallan un chambóm
para ofrecerle las guachas.
La autorización oficial del regente visitador entregó no sólo a la ciudad de Santiago sino a las diversas ciudades de Chile el derecho a subastar las canchas de bolos en beneficio de las obras públicas urgentes.
Valparaíso contó con cuatro canchas. José Guzmán mantenía la primera en la calle principal del Almendral: en el mismo barrio regentó otra Pedro Castro, mientras Manuel Pérez y Javier Jiménez animaban sendas diversiones en las vecindades de la Plazuela de San Francisco. La entretención provocó en el puerto disturbios y competencias de autoridades, entre otras ocasiones, en la fiesta de Nuestra Señora de las Mercedes, de 1793, en que los alguaciles suspendieron el juego porque bajo ese pretexto se habían introducido bolillos, cartones y otras de los envites prohibidos. El lamentable y sacrílego incidente terminó con la prisión de los contraventores.
El partido de Rancagua recibió de manos de Ambrosio O'Higgins, y por derecho fechado en Valparaíso, a 8 de noviembre de 1790, el permiso de subasta de las canchas. Se fijó el npumero en 20, repartidas en las siguientes localidades: 5 en Rancagua, 2 en Codegua, 1 en Mostazal, 1 en Angostura, 1 en Paine, 1 en Hospital, 1 en Maipo, 1 en Aculeo, 1 en Alto de Valdivia, 1 en San Pedro, 1 en Alhué, 1 en Machalí, 1 en Idahue, 1 en Parral, y 1 en Doñihue.
El principal animador de los juegos en esta región, fue don Francisco Nieto de la Fuente, que llenó de canchas el partido, con frecuentes muertes, robos y demás maldades. En 1796 los escándalos eran tan violentos que el subdelegado juzgó conveniente intervenir con las autoridades para remediar los males.
Meditando - dice el funcionario en su nota al Gobierno - cuáles serían los arbitrios más adaptables que debían tomarse para el remedio posible de estos males, encontré que convenía en muchas partes la destrucción de las canchas de bolas por ser estas unas casas y lugares en donde, ordinariamente reinan estas pecados y otros que omito...
Fuente de información: Juegos y alegrías coloniales en Chile. Eugenio Pereira Salas
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