viernes, 27 de marzo de 2015

Los hermanos de la costa

Los Bucaneros, comprendidos dentro del término genérico de piratas, recibían distintos nombres, entre ellos los de filibusteros, término derivado de la voz inglesa "freebooters" o de forbantes, que viene del francés "horsband", que se daba a los individuos que después de las guerras continentales quedaban fuera de las bandas de mercedarios y se dedicaban al pillaje por su cuenta. Pero entre ellos se designaban con una denominación muy especial: hermanos de la costa.


Aunque individualmente eran libres, los hermanos de la costa se sujetaban a un régimen de estricta disciplina. Elegían ellos mismos sus jefes por sufragio y juraban obedecerles y morir bajo sus órdenes. Pero los jefes tenían la estabilidad que les dieran su valor en los combates y la fortuna en sus correrías y en las presas conquistadas. Eran destituidos con la misma facilidad con que los designaban.
Cada hermano de la costa tenía un compañero a quien juraba fidelidad. Combatían siempre el uno al lado del otro. Tenía obligación el que sobrevivía, de dar sepultura al que cayera en la batalla; pero, a su vez, el pacto de hermandad en vida y muerte, le daba derecho a cobrar parte del pillaje que hubiera correspondido a su compañero.
En la repartición de las presas observaban la más completa equidad, correspondiendo una suma mayor solamente al jefe. Los objetos que no podían repartirse, eran rematados, para no crear desigualdades.
Estos demonios del mar mantenían a pesar de su falta de escrúpulos, ciertos ritos religiosos. Basil Ringrose, uno de sus cronistas narra las ceremonias que se cumplían para sepultar a los que morían en el mar, y dice que Sawkins llevaba su puritanismo al extremo de que no permitía ningún pasatiempo en días de fiestas de guardar.
Por su parte, Ravenau de Lussan, bucanero francés dice que los hermanos de la costa de religión católica, tan pronto como asaltaban una plaza, corrían a su catedral para entonar un soemne "Te-deum" para dar gracias a Dios, según su místico aunque brutal concepto.
Muchos de los hermanos de la costa, al enrolarse en esta siniestra fraternidad, dejaban sus nombres verdaderos, a veces de noble linaje, y adoptaban designaciones como las del Olonés, el Vasco, el Exterminador, etc.
Dice uno de los historiadores que "no bien descubrían algún buque, preparaban sus armas y garfios y después que los franceses entonaban el "Magnificat" y el "Miserere", y los ingleses leían un capítulo de la Biblia, cantando salmos, se dirigían a toda vela contra sus adversarios".


Carecían de jueces. Los agraviados se tomaban justicia por su mano, matando al ofensor, y daban luego cuenta a sus compañeros. Estos examinaban los hechos, y si el matador había procedido lealmente, daban sepultura al muerto, sin mayor trámite. En caso contrario, lo ataban a un árbol y cada uno le disparaba un tiro. Así se cumplía la justicia de la Hermandad de la Costa.

                                                    El Mercurio, Valparaíso
                                                      11 de junio de 1961

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