domingo, 9 de julio de 2017

La Casa Historica del Castillo de San José


En 1687 el Gobernador José de Garro ordeno construir el fuerte principal de Valparaiso: el Castillo y la planchada de San José, sobre el cerro Cordillera.



La Marina conserva y trata de restaurar la histórica casa porteña del castillo de San José, que tiene en su estructura actual cerca de doscientos años. Desde sus corredores, y más aun desde la moderna terraza que extiende el predio sobre el cerro como un balcón que cuelga sobre Valparaiso, se domina la estación del Puerto y la Aduana y más allá todo el mar. Su subida principal es la calle del gran pendiente que se llama del Castillo y que parte de la Plaza Echaurren.
Hay también el la calle Serrano un ascensor que deja al turista en la alta plazoleta cercana.

El antiguo fuerte

El castillo o fortaleza de San José, ya desaparecido, debió tener en tiempos anteriores, otra casa más modesta construida con un siglo de anterioridad. Las incursiones de los filibusteros a las costas del Pacífico, y con ellas los asaltos de Davis y Sharp a algunos puertos chilenos y peruanos, pusieron en alarma al gobernador José de Garro, quien tomó medidas para defender el país contra nuevos asaltos de piratas.
Entre los fuertes que en 1687 ordenó construir , estaban el castillo y la planchada de San José, sobre el cerro Cordillera de Valparaiso y que sería el principal, porque junto al fuerte se levantaría la casa del gobernador. Vicuña Mackenna describía en una visión porteña de la época de 1700, las fortalezas que cubrían el caserío y el puerto con sus fuegos. Veíase - expresaba - los reductos de San Antonio de de la Concepción en ambas extremidades, y el vasto, si no majestuoso castillo de San José en el centro. Formaban sus almenas una especie de diadema de bronce alrededor de las alturas.
El viajero francés Frezier lo describió, en 1713, como castillo blanco, en la extremidad occidental del cerro Cordillera. Allí - decía - estaban la casa del gobernador, la capilla militar, la cárcel y los cuarteles. La salida de mar, que inundó el plan de Valparaiso el 7 de junio de 1730, fue acompañada de un terremoto. Muchas casas quedaron totalmente destruidas. 
El castillo de San José quedó transformado en ruinas. Dos grandes murallas fueron derribadas, cayó la obra de mampostería de la Planchada, la esplanada se desniveló y todas las escaleras de piedra quedaron tronchadas y reducidas a fragmentos. Sólo quedaron en pie, y en muy malas condiciones, la casa habitación del gobernador, la sala de armas y una que otra oficina.
Desde octubre de 1762 gobernaba a Chile el brigadier Antonio de Guill y Gonzaga. Hizo obras de paz y defensa. Entregó al corregidor Zañartu el puente de Cal y Canto, en Santiago sobre el Mapocho, y al ingeniero Garland y al capitán Ambrosio O´higgins, la difícil tarea de construir refugios en el camino trasandino.
Pero la noticia de la guerra entre España e Inglaterra lo había determinado a mejorar las fortalezas de Valparaiso. Pidió cañones al Perú y le mandaron varios para el Puerto. Para montar esa artillería había que reforzar las murallas de los fuertes y construir ciudadelas y cuarteles. Algo así como poner en pie de guerra a Valparaiso. Se buscaron trabajadores en toda la provincia y se mejoraron los salarios. La Mayor actividad se vio a mediados de 1763.

Los hornos de la Bala Roja

En abril de 1795, el gobernador Ambrosio O¨higgins mandaba construir, los fuertes de Valparaiso, parrillas de hierro con el objeto de habilitar la defensa por medio de la llamada bala roja. Esta era una bala de cañón que, antes de cargar, se calentaba al rojo cereza o al rojo blanco. en hornillos a elpropósito y se empleaba contra las poblaciones y, principalmente contra los barcos de madera, con el propósito de incendiarlos.
Acerca del origen de la bala roja existen varias opiniones, siendo la más acertada, la que de que los primeros en usarla fueron los polacos, que la emplearon en el sitio de Danzig en 1577 o en Polotsk. El padre Niel afirma que los franceses hicieron uso del mismo proyectil en el sitio de La Fere en 1580, Feuquieres atribuye su invención a los prusianos, que en 1678 incendiaron a Stralsund con sus balas rojas. Los ingleses pusieron fuego en ellas a las baterías flotantes españolas, durante el sitio de Gilbraltar en 1782. Tal era elo sistema que Ambrosio O´Higgins hacía adoptar en los fuertes de Valparaiso  en 1795, para que así, en caso de ataque, pudieran incendiar las embarcaciones enemigas con sus disparos. Las parrillas que él mando construir tenían tres pies de largo por un ancho de 27 pulgadas. Según algunos historiadores, la instalación había sido proyectada por el gobernador de Valparaiso, don Luis Alava. La fortaleza se dotó entonces de cañones de calibre 24. En esa época debió de construirse la casa del castillo que vemos hoy.
Es probable que siguió mejorando la casa, el primer gobernador de la Patria Vieja, comandante de ingenieros Juan Mackenna, ilustre militar irlandés que, al servicio de España, vino a America en 1795. Por acuerdo del Cabildo de Santiago se le designó, en octubre de 1810, para una comisión donde debía presentar un plan de defensa del país. Su informe causó impresión. En cuanto al castillo de San José, lo hallaba inadecuado como elemento efectivo de defensa. Tenía, como los fuertes de Valdivia y Corral, el defecto que podía ser tomado fácilmente por el enemigo, si se le atacaba por tierra, pues sus cañones apuntaban sólo al mar.
El 26 de enero de 1811, Mackenna fue nombrado gobernador interino de Valparaiso, por remoción del propietario, Joaquin Alós quien había sembrado el descontento contra la Primera Junta de Gobierno. Para deshacer esa atmósfera, Mackenna empleó sólo su afabilidad. La tradición no ha conservado más que recuerdos honrosos de su administración que dejó el 8 de septiembre del mismo año, cuando fue llamado a formar parte de la Junta de Gobierno.
Entre los años 1813 y 1814 el castillo fue reforzado por el gobernador Francisco de la Lastra, que alcanzó a ser Director Supremo en la Patria Vieja.

Visita de unos novios

En la noche del mismo día de la batalla de Chacabuco, más de 2.000 miembros del ejercito realista y 600 mujeres que les acompañaban llegaron a Valparaiso y se embarcaron en los buques realistas que rumbo al Perú. Otros dos mil quedaron en tierra deplorando el desastre. Muchos de estos, viendo que nos se les hostilizaba, decidieron buscar trabajos en la misma ciudad o en los campos vecinos.
Aquella noche del 12 de febrero de 1817, entre los fugitivos, descendía del antiguo Alto del Puerto - dice el historiador don Roberto Hernández - un arrogante jinete que era el célebre Rafael Maroto, mas tarde generalísimo del pretendiente don Carlos y duque de Vergara, y quien, por unos de esos extraños vuelcos de la suerte, vino a encontrar sepultura en Valparaiso en 1853, a la edad de 70 años.
Después de Chacabuco, Maroto venía recién casado con doña Antonia Cortés y García, chilena, quien a su lado, siguiéndole con bríos de verdadera amazona y con ese heroísmo sublime e irreflexivo de la mujer. Se apeó Maroto a la puerta del famoso castillo de San José, que en esos años caía a lo que es hoy la Plaza Echaurren, en forma de caracol o espiral que iba ascendiendo hasta la cumbre del cerro, en cuya falda existía la Planchada, nombre de una de las baterías a barbeta y que hoy viene a ser la calle Serrano. Conferenció allí apresuradamente con el gobernador don José Villegas, y después de haber hecho reposar por breves horas a su tierna compañera, se embarcó furtivamente con ella a poco después de las 12 de la noche, en la playa que daba al frente a la actual Plaza Echaurren.
El 16 de febrero de 1817 - cuatro días después de Chacabuco -, el último gobernador realista de Chile, Francisco Casimiro Marcó del Pont, era apresado en las cercanías de Valparaiso y conducido el mismo día al castillo de San José. Fue alojado prisionero en la casa del gobernador y enviado el 23 con una escolta a Santiago. Las autoridades lo dejaron marchar a Argentina, después de declarar en el proceso que se seguía contra Vicente San Bruno. Fue echo prisionero en San Luis, para luego pasar a la prisión de Luján cerca de Buenos Aires, en la cual murió en 1819.

Otros recuerdos
Diez días después, los patriotas se apoderaron en Valparaiso del bergantín Águila que habría de ser el primer buque de guerra de nuestra escuadra. Ya los patriotas habían ocupado las fortificaciones de Valparaiso. Para no dar alarma a los buques realistas que llegaran al puerto, se habían dado instrucciones de mantener izado, en el castillo San José, el pabellón que había flameado en los años de la Reconquista.
Ocurrió lo que tenía que esperarse. La tripulación del bergantín Águila de 220 toneladas, que entraba a la rada el 26 de febrero de 1817 creyó que Valparaiso se hallaba aún en poder de los realistas. Las autoridades patriotas se apoderaron fácilmente de la nave y, dotándola de 16 cañones, la alistaron para recorrer la costa. 
En noviembre de 1818 llegó a Valparaiso, en la fragata Rosa, Lord Cochrane, acompañado de su esposa, su hermana y sus dos hijos. La familia se hospedó por algunas semanas en la casa del gobernador, para ocupar después una de don Francisco Ramirez.
En 1822, siendo gobernador de Valparaiso don José Ignacio Zenteno, visitó el puerto la famosa escritora ingresa María Graham. Escribía en su diario: Hoy fui a pagarle una visita a la señora del gobernador Zenteno, dama que me recibió, cortésmente y mando a buscar a su marido. Este llegó inmediatamente, al parecer muy regocijado de poder exhibir las comodidades que había en el departamento en que fui recibida, y que mostraba un tapiz y una estufa, ambos de manufactura inglesa. 
Bernardo O´Higgins, después de la abdicación (23 de febreo de 1823) se dirigió a Valparaiso. El general Zenteno le hospedó en su casa. Allí conversó con Beauchef. Como a pesar de sus entrevistas con Freire, este mostró después cierta hostilidad, O´Higgins dejó el castillo y se trasladó a la casa del alcalde Boza, en el Almendral, donde permaneció hasta embarcarse para el Perú. el 17 de julio. En 1830, Freire, derrotado en Lircay, estuvo detenido en el castillo San José, desde el 28 de mayo hasta el 15 de junio, fecha en que se embarcó en el Constituyente para salir del país.
Cerca del castillo levantó, en 1843, el ingeniero mecánico Juan Mouat, el primer observatorio astronómico que hubo en Chile, el que a mediodía, con una bola que dejaba caer de cierta altura marcaba la hora oficial a los capitanes de barcos surtos en la bahía. El astrónomo miraba hacia las misma luna que alumbró en el pasado rostros próceres y finas siluetas de hermosas mujeres.

En viaje, N° 378, abril de 1965.

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