viernes, 22 de mayo de 2015

Estación de tren en Valparaiso en el siglo IXX


En el sitio en que hoi se levanta estrecha, oscura, polvorosa, reclamando la escoba i el plumero cada hora, una mano de pintura fresca i reparadora todos los dias, la estacion central de Valparaiso, i al pié de los cerros que la aplastan, esistia, hace treinta años, el paraje nias ameno i- pintoresco de la fuerte pero prosaica Valparaiso. Era allí la Caleta, el nido de los pescadores, el lecho pedregoso en cuyas arenas ostentaban sus modeladas formas las Vénus nacidas de las espumas del mar, la Chiaga de Napoles. Propiamente, en esos años, Valparaiso se componia de tres ciudades : el Puerto, que 



era el alinacén; El Almendral, que era el hogar; la Caleta, que era el oasis i el jardin en medio de las arenas. Por ese rumbo encontraba tambien su frontera de granito la ciudad predestinada del Pacífico. Un espolon formidable que descendia desde el castillo que, a fines del pasado siglo, construyó contra los ingleses su paisano el baron de Ballenary (el ilustre presidente de Chile don Ambrosio O'Higgins), cerraba el puerto con un doble muro de basalto i de cañones. Nadie habria imajinado, a no tener la razon insana, que atropellando por aquella valla, habria labrado el injenio i el brazo del hombre la entrada i la salida casi única de aquel bullicioso emporio. Pero así sucedió en un dia de fé i de trabajo,-fuerzas vitales del pueblo que abren las montañas i encadenan los mares. El 1." de octubre de 1852 (dia memorable!) habíase levantado una especie de altar arrimado a las rocas, en el sitio que hoi ocupa la "Casa de las máquinas," en el centro del espolon que hemos descrito, i el obispo de Concepcion, don Diego Antonio Elixondo, bendecia en precencia de un pueblo conmovido, la primera piedra de la obra mas atrevida i mas importante que se habia emprendido en su época en la redondez de la América del Sud. El gobierno de la República, despues de una serie de esfuerzos mas o ménos infructuosos, i que ocupan un período justo de veinte años (desde 1842, en que Wheelright trajo los vapores del Pacífico, a 1852, en qLle se solucionó en teoría, el problenia de la practicabilidad.



científica del ferrocarril central), habia logrado organizar una sociedad por acciones, que debia producir aproximativamente el monto calculado de la obra, esto es, cinco millones de pesos. Desde luego, el gobierno suscribió por dos millones, tres jenerosos ciudadanos, don Matías Cousiño, don Josué Waddington i don Anjel Custodio Gallo (este último en representacion de su opulenta familia) avanzarian un millon i el resto lo daria el público. La ceremonia del 1." de octubre de 1832 consagraba, por consiguiente, dos hechos dignos de duradera memoria: la inauguracion de una gran obra pública nacional, i la inauguracion del espíritu de asociacion practica, casi desconocido hasta entónces en el país. La alegría fué jeneral, pero hubo presajios que la amargaron. Habíase grabado en la piedra de inauguracion esta leyenda: Perseverantia omaia vincet, i los tiros disparados a manera de salvas en la roca viva, partieron en dos la inscripcion. Por otra parte, el prelado que solemniza aquella consagracion, fué encontrado muerto en su cama al tercer da de la fiesta inaugurativa. Pero Valparaiso i el país estuvieron amaagados de una catástrofe de mucha mayor entidad en aquel preciso dia. 

Fuente de información:  De Santiago a Valparaiso
                                       Vicuña Mackenna, Agosto 1877

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