sábado, 23 de mayo de 2015

Muerte a bordo del buque El León, en Valparaiso



En 1756 dio por primera vez pábulo a las lentas impresiones del pueblo de la colonia el viaje del navío de registro llamado el León, por haber fenecido a su bordo y de una manera asaz romántica, uno de los más ilustres presidentes de Chile, don Domingo Ortiz de Rosas, conde de Poblaciones.
Cádiz aquel barco, fletado para Valparaíso y el Callao con un rico cargamento, el 14 de Diciembre de 1753, y después de haber vendido con provecho sus mercaderías en uno y otro puerto, se hallaba de nuevo en Valparaíso en los primeros días de Abril de 1756, de regreso a la Península, con más de cuatro millones de pesos en oro y en frutos por retornos. Componíase su carga de 3.260,560 pesos en caudales, de 40 mil libras de cacao, 150 mil de cascarilla, 442 de lana de vicuña, 200 de bálsamos medicinales del Perú, 225 de piedras besoares y 742 quintales de cobre y estaño, importando codo cuatro millones y doscientos mil pesos.
Sucedía que al arribar aquel buque a Valparaíso, el conde de Poblaciones (que fundó tantas como Valdivia) 50 estaba muriendo de años y de achaques, con sincero pesar de toda la colonia, pues fué hombre tan justo que en su residencia no se levantó una sola queja contra su memoria. Pero le salvaron las plegarias de su esposa y su devoción por San José, al decir de una crónica doméstica, poniéndolo en el punto de creerse capaz de un largo viaje no obstante su avanzada edad. Púsose en consecuencia en marcha en los primeros días de Abril y llegó a Valparaíso el miércoles santo 11 de aquel mes. Tres semanas más tarde el León desataba sus anclas, y con los anuncios de un temprano invierno se lanzaba intrépidamente hacia el Cabo.Habiendo salido de Valparaíso el 30 de Abril, el León, contrariado en su marcha por la inclemencia de la estación, no había doblado todavía el cabo a fines de Junio. Tanto era el rigor de la temperatura, que el día 26 de aquel mes fué preciso arrojar agua caliente a su aparejo a fin de maniobrar la jarcia,  rígida con los hielos. El anciano conde, a quien los alientos de volver a divisar la patria y su blando suelo habían aconsejado la temeridad deembarcarse en una estación tan avanzada, sucumbió en aquellas latitudes. A las 4 de la tarde del 28 de Junio expiraba casi
como un blanco sarcófago en una densa nevazón que en esos momentos en capotaba el mar y el firmamento. Seis horas después su cadáver era arrojado a las olas en medio de los gritos de ordenanza de la marinería:-¡Viva el rey! ¡Viva España!.
Desde aquella fúnebre noche el León tuvo una navegación comparativamente próspera. El 25 de Agosto avistaba las islas del Cabo Verde, y el 11 de Octubre entraba en Cádiz, después de una travesía de cinco meses y once días desde Valparaíso. Su viaje redondo había durado menos de tres años.

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